EL BRONCE ITALIANO DE JAUREGUI 1914.
Anoche 11 de diciembre 2024, entre el sabor de las noches buenas crucé la Plaza del Padre Jáuregui y presencié cómo la iluminación de la preciosa escultura solo estaba en penumbras. Me dio nostalgia y la preocupación por el monumento, porque más de tiempos esta ciudad amerita la defensa suplicante de sus lugares de interés patrimonial. Pensé y le escribí a los amigos, a los hermanos Cronistas, mientras florecían los recuerdos. Y desde las memorias vino el recordatorio.
…Estuvo siempre allí el primer cementerio de la ciudad antigua e Hidalga, la eterna de las raíces originarias Humogrias. Frente a la iglesia franciscana donde se enalteció en los pasos de las edades. Y se edificó en 1580 el Convento Franciscano de Santa Clara. Más en las invasiones españolas y la fuente de un día de Lázaro refundar a la ciudad de la paloma de plata.
Muchos años después de la independencia en aquel lugar se eliminó el camposanto, entre cipreses y sauces había fallecido el Convento de los frailes, solo quedó la iglesia colonial.
Mas en honores se edificó la plaza al General Páez. Transcurriendo los años entre los sabores hermosos y académicos del Colegio Seminario de Mons. Jáuregui. 1884. Voz eterna de los peregrinos y de baldosas de barro, las piedras del camino de las montañas. Como una consagración a la inmensa escuela de filosofía y asentamiento del cenáculo Luisiano, en el primer Ateneo de Venezuela de 1891. Es desde cada espacio los recuerdos; el lugar de los manifiestos, pues más allá de los credos y los alumnos; en este lugar en 1899 el General Cipriano Castro le izó la bandera de la revolución liberal restauradora al Dr. Jáuregui en muestra del destino de los guerreros de Capacho.
Al conquistar el poder el General Castro, todo estuvo allí en sus silencios y los olvidos. Monseñor Jáuregui, es hecho prisionero y después desterrado. Más de su inmensa vocación y peregrinaje por México, New York, Paris y Jerusalén, termina siendo Director del Archivo y la biblioteca del Vaticano. Cargo o misión solo para una investidura de un cardenal. Y en la admiración del Papá León XIII por el ministerio del levita le nombra administrador del Archivo del papado de Roma.
Es 1903. Isaura lo visita en el Pío Latino y le lleva a su hija Ana Mireya para que se la bautice, claman los ecos y la historia cambia los destinos de La Grita. Monseñor Jesús Manuel Jáuregui fallece en la ciudad santa en 1904.
El Distrito La Grita con el nombre de Joaquín Crespo, hace un devenir a la memoria y una junta de gritenses solicitan a la municipalidad y al gobierno del General Juan Vicente Gómez se le cambie a la plaza Páez por el parque Monseñor Jáuregui. Y al Distrito se convierta también en memoria al padre Jáuregui.
Bajo las voluntades de Emilio Constantino Guerrero, de Ramón Vera G., Vicente Dávila, de Josefa Melani de Olivares, de Nicolás Vitto Pieruzzini, y de los alumnos desde Acasio Chacón, Fidel Orozco, Antonio Pulido, Benjamín Pérez y Pepe Melani. El gobierno concede los cambios. El viejo lugar del primer cementerio del convento se convierte en el hermoso «Parque en homenaje a Jáuregui » es de voluntades de amor al maestro a los testimonios de La Grita. Cruza el tiempo y los hijos buscan realizar un lugar de manifiestos. Josefa Melani de Olivares manda a realizar el monumento en bronce del ilustre sacerdote, en la Toscana como una alegoría al «Bosco de América» y Alejandro Pistoia en Florencia, Italia, se consagra a hacer de lo sublime la alegoría escultórica, en la piedad del sabio abrazando a dos niños, el uno, el testimonio del desamparado y el otro el rico ofreciendo un libro al maestro. Hermosa presencia del arte en un monumento del post clasicismo italiano en los testimonios de la ciudad andina y capital política del Táchira. La Primogónita. La preciosa escultura fue traída en el vapor «Alexandro» a la Guaira y luego al puerto de La Ceiba mas el tren la arribó a la Fría, el ferrocarril, y los hijos de La Grita bajaron con yuntas de bueyes a subir el interesante valor escultórico, mas arribando a la ciudad bajo la firma de la Compañía Roversi. Llegando en 1914, donde se hizo la declaración del Distrito Jáuregui y la inauguración de la Plaza. Con un pedestal de mármol de Carrara en aquel 1 de agosto. Estando presentes las autoridades, el presidente estadal y siendo oradora la Poetisa Isaura. Ese día Emilio Constantino, Ramón Vera G., Ángel María Duque, Nicolás Vitto, Secundino Lázaro, Antolin Parra y el joven sacerdote Maximiliano Escalante, ellos frente al pueblo sembraron ocho palmeras reales como símbolos de la eternidad. Dirigió la Banda Municipal el músico: Antonino Melani Pieruzzini y doña Josefa Melani en su oratoria le dio a la Grita el sobrenombre de «La Ciudad Atenas del Táchira». Por el testimonio de la educación en el Colegio Seminario del Sagrado Corazón de Jesús. Narración que afirmó el pedagogo Fidel Orozco, alumno de la escuela filosófica de Jáuregui en sus apuntes sobre el alma de los griteños.
Clamaron los tiempos ante el pedestal de mármol de Carrara y de bendiciones en la ciudad que consagró los sentidos al Corazón de Jesús en el despacho del sacerdote y patriarca de la educación andina.
Al celebrar los 100 años del municipio en el 2014. Y el centenario de la plaza del Convento en la memoria al maestro fundador del colegio Seminario, se solicitó al gobierno de La Grita realizar un acto solemne, entre imágenes de políticos, educadores, militares y religiosos y sobre todo el pueblo; pero el gran recuerdo por la obra manifestante de la verdad histórica de un país en doscientos años, más salvar las ocho palmeras o suplantarlas con nuevas palmas reales. Más el cuidado del monumento sagrado de la historia en la huella de dos siglos. Siete años después derrumbaron las palmeras y olvidaron devolverlas nuevas. Mientras el infinito de Jáuregui en el inmenso bronce mira al norte para la otra esperanza…
Han cruzado los Años y la ciudad de los encantos parece de amor cerrar sus dichosos ojos. Mientras los recuerdos de la ciudad viven sus eternidades para purificar las otras manifestaciones… es entonces; aún en las noches se deja escuchar el ritual de un búho en una de las ojivas de las torres de piedra de la iglesia… y con aromas cruza el viento dejando en los ecos; aquellos reclamos que viven los misterios…
Néstor Melani Orozco.