DONDE HAYA DUDA PONGA YO LA FE.
–¡Me lleva! –exclamó Arturo mientras veía la información que se desplegaba en su teléfono móvil y en la computadora.
–¿Qué sucede? –preguntó el abuelo mientras entraba a la recámara de su nieto tras haber escuchado las expresiones de desesperación.
–Nada.
–Por esa nada estás a punto de estrellar el celular en el monitor de la computadora.
–Bueno… es que… pues… ¿quién les entiende?…
El anciano se sentó en la cama y esperó en silencio.
–Es que… mira abuelito… –giró la silla para verlo de frente– en la prepa, el maestro de Filosofía nos encargó que investiguemos sobre la duda como método del conocimiento de la verdad.
–¿Y luego?
–Pues que en internet me salen veinte mil cosas, todas diferentes, y en redes sociales todos opinan a su manera y ya no entiendo nada… ninguno se pone de acuerdo.
–¿Te acuerdas de cómo le hacía Sócrates?
–Pues era muy preguntón, le contestaban y les volvía a preguntar.
–Así los hacía dudar y los obligaba a pensar y los guiaba hasta llegar a la respuesta correcta. Siglos después ¿qué fue lo que dijo Descartes?
–“Dudo, luego pienso. Pienso, luego existo”.
–Un par de siglos después, Nietzsche afirmó que Dios había muerto y con él la verdad, y de ahí Heidegger hizo un merequetengue ontológico cuando declaró el fin de la metafísica, y por este camino, hace quince años Vattimo le dijo adiós a la verdad, porque para él no hay una verdad objetiva.
–Ya ves –exclamó Arturo haciendo amplios ademanes con sus manos–, ¡ahí está la falsedad!
Ante esa reacción Don Fernando rio ligeramente.
–No te rías abuelito, esto es en serio.
–Tienes razón, esto es serio. Cuando tenía tu edad también quería entender todo, despejar el sinfín de dudas que me atosigaban, necesitaba comprender la realidad, el mundo –hizo una breve pausa y preguntó– ¿Te acuerdas del apóstol Tomás?
–Pos sí, ¿y eso qué?
–¿Cómo le apodaron?
–El incrédulo.
–¿Por qué?
–Porque no les creyó a los demás apóstoles que Jesús había resucitado y había estado con ellos, hasta que se le apareció y le hizo meter sus dedos en sus llagas.
–Así es. Eso nos ha pasado a todos en algún momento. En la vida no todo tiene el grado total de certidumbre que requerimos, muchas veces titubeamos frente a las disyuntivas que nos presentan las circunstancias; a veces el futuro se vuelve totalmente incierto por la adversidad y en ocasiones llegamos hasta la angustia existencial. El ser humano requiere tener seguridad para desarrollarse adecuadamente, por eso la regla general es la de seguir los mismos caminos donde no encuentra riesgos superiores a sus fuerzas; tener una verdad objetiva dónde apoyarse. ¿Te acuerdas de la oración de San Francisco?
–Claro, mi mamá la reza a diario.
–El sexto verso dice: “donde haya duda ponga yo la fe”. ¿Qué es la fe?
–Creer en Dios, en algo, en alguien.
–¿Entonces crees que existe, que resucitó, que es el camino, la verdad y la vida?
–Sí.
–La duda es racional, la fe es espiritual, por eso no la puedes explicar fácilmente. Además, la fe también es creerle a Dios, tener la certeza de que Él cumple sus promesas, eso es tener confianza, creer firmemente que todo va a salir bien, es saber que Dios nos va a llevar siempre de su mano hasta su santa morada, que nos ayuda a solucionar los problemas. Esta es la razón por la cual, la mano del amigo, su sola presencia, el buen consejo, nos retornan la confianza para seguir por el buen camino, para creer en la bondad de los seres humanos.
Con los brazos recargados sobre las piernas y las manos unidas, Don Fernando dejó fija su mirada bondadosa en Arturo, quien permanecía sentado en la silla, recargado en el respaldo, su rostro indicaba que su cerebro estaba procesando esa plática, mientras la tranquilidad volvía a su ser paulatinamente.
Phillip H. Brubeck G.