Mi Papá.
El pequeño de la familia era un niño de seis años, inquieto como todos los de su edad deseaba salir con sus amigos a jugar esa tarde. Después de mucho insistir y múltiples ruegos a su madre, esta le concedió permiso para salir por una hora. Sin mayor demora, el chico salió corriendo de casa prometiendo regresar a tiempo. Pasó una hora, dos, tres, y el niño no aparecía, al anochecer por fin llegó, sucio y con la ropa desgarrada.
– ¿Dónde estabas? ¿Qué te sucedió?
– Pues… estaba con mis amigos jugando.
– ¿Por qué vienes tan sucio? Y tu ropa, ¿por qué está desagarrada?
– Bueno, pues… humm, estaba jugando con mis amigos, cuando tropecé y caí en el suelo, pisé la cola de un perro enorme, casi del tamaño de un caballo; al mirarme, se volvió enojado y me revolcó y rompió mi ropa, no quería soltarme y hasta hace unos pocos minutos logré escapar de él.
– ¿Todo este tiempo estuvo mordiéndote?
– Sí, mamá, de veras. Por eso se me hizo tarde para venir, me zafé hasta que un gigante me lo quitó.
– ¿Y tu tarea de la escuela, ya la hiciste?
– No, pero ‘orita la hago.
– Oh, no. Primero irás a bañarte y ponerte una ropa decente. No quiero que tu padre te encuentre en esa facha.
El niño preocupado fue a hacer lo que su madre le había ordenado. Sabía que su mamá comentaría lo sucedido con su papá y se daba cuenta que la versión que había contado a su madre de ninguna manera le había convencido.
¿Qué castigo le daría su padre? Se preguntaba a sí mismo.
Salía del baño cuando oyó llegar a su padre. Se apresuró a empezar su tarea. Su padre después de dar un beso a su esposa le preguntó:
– ¿Dónde está nuestro travieso?
– Todavía debe estar bañándose, salió a jugar y llegó hecho una mugre.
– ¡Ah! Mi pequeño diablillo siempre hace de las suyas.
Sin esperar más, el padre subió apresurado ansiando abrazar a su hijo a pesar de la fatiga de su jornada de arduo trabajo. Al llegar a la puerta se detuvo unos instantes observando al niño aparentemente concentrado en su tarea escolar. Lentamente se acercó a él y le dijo:
– ¿Te falta mucho, mi pequeño genio?
– ¡Papá! No te sentí llegar.
El niño se lanzó al cuello de su padre en un efusivo abrazo.
– ¡Cuidado! Que me ahogas.
Entre risas el abrazo se prolongó.
– ¿Cuánto me quieres, papá?
– Mucho, hijo, mucho.
– ¿Como qué tanto?
– Como el mar y el cielo juntos. ¿Y tú? ¿Cuánto me quieres?
– Mucho, mucho, muchisísimo.
– Bien, bajemos a cenar.
– Papá, necesito hablar contigo.
– ¿Sí? Dime, ¿acerca de qué?
– De muchas cosas papá. Pero quiero hacerlo de hombre a hombre.
– ¿De hombre a hombre?
– Sí, papá, ¿acaso no estoy grande?
– En ese caso, cenaremos primero y después hablaremos.
Durante la cena el niño permaneció en silencio mientras sus padres charlaban acerca de los sucesos del día, sin faltar el comentario acerca del cuento que el pequeño le había contado a su madre.
– ¿Así que es eso? –comentó el padre.
– Papá quiero hablar contigo; pero no aquí, tú me prometiste hacerlo.
– Está bien, subamos a platicar de “hombre a hombre”.
– Sí papá, vamos.
Ambos subieron en silencio, entraron a la recámara del niño y se sentaron a la orilla de la cama.
-¿Qué tienes que decirme acerca de tu comportamiento de esta tarde?
– Bueno… es que… pues yo… iba a jugar con Luis solo un rato, jugamos a las canicas, luego a las escondidas y después unas luchitas. Y ¿sabes qué, papá? Aunque Luis es más grande que yo, le gané. ¿Qué te parece? Estoy bien fuertote.
– Mira, lo malo no es que juegues y te diviertas, eso es bueno, eso es bueno y un muchacho de tu edad necesita hacerlo. El problema es que prometiste a tu mamá volver pronto y faltaste a tu palabra. Los hombres de verdad siempre cumplen lo que prometen, y tú no lo hiciste y además, no creo que lo que le dijiste a mamá fue la verdad.
– Lo siento papá. No volverá a suceder, lo prometo. ¿Me perdonas?
– Desde luego, pero mamá tiene que saber tu promesa y tendrás que pedirle disculpas y decirle la verdad.
El niño con lágrimas en los ojos, abrazó a su padre hundiendo su carita en el pecho de su padre que amoroso lo abrazaba. Ahogando los sollozos el pequeño murmuraba:
– ¿Todavía me quieres papá?
– Bien sabes que sí, siempre te querré mucho.
– Papá, te quiero mucho. Tú eres el mejor padre del mundo. Me consuelas, me proteges, me comprendes, me ayudas, me aconsejas, siempre sabes qué hacer. Todos mis amigos lo saben, todos, todos lo saben, el mejor papá del mundo es mi papá. Te quiero mucho.
Siempre diré a todos “El mejor papá del mundo es mi papá”.
Beddy Gamboa Lugo.