Álvaro Parte II

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Álvaro cuento parte II

Alguien se lo explicó a Álvaro. Finalmente, el mundo comenzó a decírselo: los humanos no vuelan si no es en máquina. Un vuelo falso, pues sus caras no entran en contacto con el aire y no sienten hacerse parte del sol y de las nubes. Eso no era real para Álvaro; en esos vuelos, las manos estaban fijas y los pies no se separaban por completo de un suelo, volaban presos en una fría jaula de comodidad.

Él deseaba no creerles, pero cada vez eran más quienes afirmaban rotundamente que lo suyo no era posible. Los hombres no tienen alas, los hombres no vuelan. Los humanos fueron hechos para la tierra, no para el cielo. Los hombres son la raíz y no las hojas que se desprenden y se dejan llevar. Los hombres, cuando vuelan, se convierten en Ícaro y caen desde lo alto.

Convencido de su verdad, Álvaro quiso mostrarles a todos el error de aquel pensamiento. Se fue a un edificio alto a primera hora de la mañana, donde los carros llenaban las calles en su rutinario recorrido matutino. Todos podían verlo, el hombre ave. Algunos motores se apagaron, las caras y cuerpos asomaron de aquellos escarabajos.

“¡Baja de ahí!”, gritaban.

“¡Loco, loco!”, corearon  muchos otros.

“¡Los hombres no vuelan!”, le decían convencidos.

Álvaro lo había hecho muchas veces, demasiadas como para llevar la cuenta.

Toda su vida antes de esos hombres, voló, pero ahí en el edificio las voces llegaron claras y se clavaron en las alas de su fe. Los desplumaron, lo desollaron. Álvaro miró hacia abajo por primera vez y no hacia arriba como siempre, y lo supo: era como ellos, no como las aves. Le faltaban alas y le sobraba razón. Les dio la espalda y bajó por las escaleras.

Entonces, Álvaro dejó de volar, pues los gritos enterrados en su mente diluyeron su convicción. Él intentó no creerlo, pero a partir de ese momento, en cada de intentaba saltar y volar, la duda lo arrastraba hacia abajo. Era un ancla atada a sus tobillos,  jalándolo siempre de cara a tierra.

Álvaro se hizo uno más. Un viejo con la libertad perdida en la caja de recuerdos gloriosos, y se enfundaba en trajes como todos los demás. Se convirtió en un humano cualquiera, atrapado en esa jaula de concreto, que presenta el cielo como algo lejano y ajeno. Dejó de dormir con los ojos hacia arriba, le dolía la añoranza y la realidad de no poder unirse a los chanates de la ciudad.

Los niños dejaron de creer en las historias del hombre volador y su gente murió. Los nuevos hombres preferían mantener la distancia, solo quienes lo recordaban le dedicaban alguna mirada fugaz, pero aun así lo llamaban loco, mentiroso. Llegó a la vejez con aquellos pensamientos y ya era muy tarde para salvar a su antiguo nido o recuperar el sabor de la libertad. Todas las noches su alma lloraba, se retorcía en el arrepentimiento y el tiempo que ya pasaba y pesaba sobre sus piernas. Soñaba con aquellos días de gloria donde nadie nunca le dijo que no podía volar.

(Continuará)…

Diana Brubeck.

People Comments (2)

  • Encarna Martínez Oliveras junio 16, 2017 at 9:00 am

    ME dejas en ascuas…

    • admin junio 17, 2017 at 7:31 am

      Te acabo de enviar el desenlace para que se acabe la angustia de la espera. Espero tu comentario para compartírselo a Diana.

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