El pequeño superhéroe.
Sergio Martínez tenía 8 años de edad, desde su nacimiento a la fecha se habían estrenado poco menos de 40 películas de superhéroes y a él le encantaba todo lo que tuviera que ver con estos personajes: películas, juguetes, series de televisión, caricaturas, útiles escolares que tuvieran impresos cualquier imagen de estos personajes; irónicamente lo único que no consumía eran cómics. Cada cumpleaños era temático de un superhéroe, en su última fiesta recibió por parte de su madrina, un disfraz de Superman que se volvió un tesoro preciado para el pequeño Sergio, por semanas al llegar de la escuela se quitaba el uniforme de la misma y se ponía el traje de Superman con el que corría y saltaba por toda la casa.
La película favorita de Sergio era “El hombre de acero” de Zack Snyder, una cinta bastante polémica entre la comunidad geek, hubo quienes la amaron así como quienes la odiaron, pero en casa de Sergio el blue ray era reproducido mínimo una vez por semana. Una tarde de sábado el pequeño estaba viendo su película favorita en la sala de la casa.
-Hijo ya viste esa película muchas veces, ¿no quieres ver otra cosa? -Le preguntó su padre a Sergio.
-No papá, ya casi se acaba. –Mintió el niño pues a la película le quedaba más de una hora.
El padre se sentó al lado para ver la película con su hijo. La escena que más emocionaba a Sergio era cuando Superman volaba por primera vez, ante los sentimientos que producían la combinación de imagen y sonido, el chico exclamó en voz alta:
-Cuando sea grande quiero ser como Superman.
Un pequeño golpe en el ego del padre quien esperaba que su hijo siguiera sus pasos, después se dio cuenta que nadie quisiera ser contador si se le presentara ser superhéroe como trabajo. Cuando terminó la película el papá le pidió a Sergio que saliera a jugar al jardín para poder disfrutar una serie que no era del todo apta para el público infantil.
En el jardín había un árbol bastante alto al que el niño decidió trepar subiendo cada vez más hasta un punto donde se encontraba en un verdadero peligro; tratando de imitar a Superman, Sergio alcanzó una rama alta pero perdió el equilibrio, lo cual fue suficiente para hacerlo caer de cabeza sobre una raíz del árbol que sobresalía del césped.
El golpe fue duro, seco y lo suficientemente ruidoso para alertar a su padre quien salió corriendo al jardín para encontrar a su hijo tirado en el jardín, con el césped y la raíz del árbol cubiertos de sangre.
A toda velocidad el pequeño fue llevado al hospital, lo recibieron en urgencias y sus padres esperaban al doctor impacientemente. El papá de Sergio no podía evitar sentirse responsable por lo ocurrido, el hombre nunca fue muy devoto pero en ese momento rezaba con más fervor y devoción que muchos creyentes.
El doctor llamó a los padres y les dio la terrible noticia, Sergio tenía muerte cerebral; podían mantenerlo vivo mediante máquinas pero era imposible que recuperara la conciencia.
-Sé que tienen mucho con que lidiar, pero hay otros niños que necesitan trasplantes urgentes y su hijo tiene sus órganos intactos, él podría salvar varias vidas.
El matrimonio discutió durante horas sobre cómo iban a proceder con su hijo, la madre se aferraba a la esperanza de que su hijo pudiera despertar, que pudiera volver abrazarlo, besarlo, jugar con él y decirle que lo amaba.
-Es lo que Sergio hubiera querido –dijo el padre recordando cómo su hijo quería ser como Superman.
Al final el matrimonio accedió a donar los órganos. En menos de un mes Sergio salvó la vida de otros 4 niños.
Fue enterrado después de eso y su lápida tenía escrito “Aquí yace Sergio, nuestro pequeño superhéroe”.
Truz.