Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde

Era el año 2021, mes de junio, domingo trece, día de San Antonio, el Santo Patrono en la ciudad de El Tocuyo. Los instrumentos musicales, como el cuatro y los tambores, al sonido del maraqueo hacían vibrar su música armoniosa al ritmo que imprimían las caderas de las mujeres al bailar con sus vestidos largos y floreados, acompañadas de los bailadores con sombreros sudorosos en sus cabezas y garrote en mano, hacían ofrendas y le bailaban al santo de los negros.

Aquí en Barquisimeto por la zona sur, en el sector de El Manzano, Naybis Anzola cumplía años, la hija de Nayibe y de Edgar Anzola. Vivían en el barrio La Feria. Fue entonces cuando Gerardo Quevedo, miró hacia los lados y sacó de su bolsillo un carnet, donde se identificaba como alto funcionario del gobierno.

Le mostró el documento a los guardias nacionales quienes le exigían abriese la maletera de su carro. Al observar que era un alto jerarca, le saludaron, pidieron disculpas y se marcharon hacia la calle Quince, por donde está la bodega del señor Rafael Yovera.

Gerardo se ubicó en la tribuna central del campito de béisbol ubicado en la carrera 17 cerca de la licorería propiedad de El Catire. Este campo fue inaugurado cuando era alcalde Henry Falcón. Gerardo se sentó en la tribuna central y destapó su saco de recuerdos, se imaginaba con su uniforme color beige y gorra azul, parado sobre el montículo de pitcheo, lanzando su bola de nudillos y la curva rabo de cochino. El público coreaba su nombre. Indudablemente Gerardo era un excelente pitcher y su coraje en el trabajo de enfrentar a los bateadores del equipo contrario era de mucha calidad. Era tanta su concentración en su pasado alegre que no observó cuando el platillo volador pasó por encima del campo de beisbol.

Este platillo volador venía del océano Atlántico, seguía los movimientos del buque Iraní.

– Estoy convencido, cómo extraterrestre que soy, que los habitantes de la tierra son felices, sin importar la pandemia que les azota, sin importar las tragedias de los países vecinos ni sus mismas miserias, viven en rumbas, bailan, beben, fuman y hasta algunos se drogan para apartar por horas sus angustias y descartarlas con sus risas y sus sueños de humo. Caminan erguidos, otros cabizbajos, unos con alas rotas, otros con alas renovadas, buscando un norte, un sur, quién sabe, cualquier estrella o la voz de un líder que les siembre confianza de seguir adelante, muchos de ellos oran y claman por mejores momentos.

Miran por la televisión los juegos de la Eurocopa o la Copa América, se hacen tan fanáticos, que en sus corazones surgen héroes y les conocen sus pasos, sus historias, sus anécdotas, a qué equipo perteneció el año pasado, las estadísticas de las jugadas y de los equipos se la conocen de memoria, pero cuando a uno le preguntas por los años de casado que tiene con su amada esposa o cuál es el helado de preferencia de su hija, no saben responder.

Gerardo volvió al presente y se montó en su carro, se dirigió a su casa y después de cenar busco en la computadora por internet: Quien era Phillip, ya que era muy nombrado por el doctor Pablo Quintero en conversaciones con la profesora Alicia.

Buscó en www.bellasletras.com y encontró los escritos de Phillip, después de analizar todo lo creado por este personaje, concluyó:

– Sabía que pertenecía a otra galaxia.

Comenzó a gritar el nombre de Brubeck y gritó tanto que se quedó dormido en el sofá.

Desde un continente alguien lanzó un misil, de inmediato respondieron los demás países con el mismo paso, entre misiles y explosiones desapareció el mundo, hoy estamos reunidos los habitantes de otras galaxias para ver qué podemos salvar de lo que quedó después de la gran explosión, solo estrellas se veían en la altura y se escuchaban los lamentos de algunos que por casualidad sobrevivieron. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

José Argenis Peña Salcedo.

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