Un viacrucis

UN VIACRUCIS.

En homenaje a Jimmy Dávila

No podía creer lo que veían sus ojos, una multitud de fanáticos cargaban en la altura a un joven jugador de béisbol. Ese joven es mi papá se decía Luis Quevedo, con lágrimas en sus mejillas se decía:

— Sí, sí es verdadera la historia de mi padre.

La vereda polvorienta se retorcía ante el inclemente sol que caía sobre el cuerpo de los curiosos quienes se aglomeran para observar como aquellos soldados romanos con espadas en mano mostraban la ruta por donde un hombre de contextura delgada y barba oscura, cargaba una pesada cruz de madera en uno de sus hombros. Látigo en mano y cara de infelicidad uno de los soldados azotaba salvajemente al rey de los judíos, así lo llamaban. Del público se oían gritos:

— ¡Piedad…piedad!

Aquí en Venezuela, en un pueblito cerca de Boconó, llamado Tostos, un grupo de actores dramatizan escenas ocurridas en aquella bendita semana santa. Entre los actores, también estaba Jesús, así lo llamaban, cargaba una cruz liviana, elaborada con cartón piedra. Las mujeres allí presentes también gritaban como aquella época. Y eran tan idéntica la realidad que gritaban:

— ¡No más castigo para Jesús!, ¡no más castigo para Jesús!

Una de las señoras del público cayó desmayada al piso y la doctora Anyuri, quien presenciaba el espectáculo, comenzó a auxiliarla. Los dueños de la fonda de los arrieros habían viajado en el autobús de Eduar, apodado “El gallo”. Disfrutaban en Boconó de la maravilla de actuación de quienes personificaban aquellos acontecimientos de la semana mayor.

Entre los árboles cerca de la laguna ascendía el platillo volador, ascendía poco a poco, digno de admiración aquel suceso. Los pobladores ya estaban aburridos de ver ese objeto volador no identificado y mostraban toda su atención en la dramatización de la vida de Jesús. Lo estaban crucificando, era más interesante que ver un objeto volador. El platillo pasó por encima de los espectadores y se dirigía al campo de béisbol. Después de comprobar que sí era su padre, ese personaje quien sesenta años atrás era el héroe del pueblo. Era el pitcher ganador.

Meses atrás en una conferencia dictada por el Dr. Pablo Quintero, dónde Luis Quevedo era participante, este salió de la sala donde exponía nuestro ilustre sabio, con muchas dudas. En la exposición le dijo al público: “todo lo que escuches o leas debes colocarlo en duda, no debes creer todo lo que te dicen.”

Luis Quevedo, en su platillo volador confirmaba viajando al pasado, la verdad de lo que le habían dicho, pero había una pregunta la cual no podía responder:

¿Cuándo terminará está enfermedad del Coronavirus?, ¿hasta cuándo tendremos que estar resguardados?

Los soldados romanos entraron dónde habían colocado el cuerpo de Jesús, y no estaba. Una piedra enorme, la cual tapaba la entrada, estaba movida. Los gobernantes dijeron que se habían robado el cuerpo. Luis Quevedo había verificado que había resucitado el hijo de Dios.

José Argenis Peña Salcedo.

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