Reminiscencias de una vida pasada

Reminiscencias de una vida pasada

Resuenan en nuestra mente ecos de una vida pasada, o quizás sean sólo recuerdos que no nos pertenecen, reminiscencias de nuestros ancestros extintos, mensajes genéticos que nos comunican desde tiempos olvidados. Otrora, nuestros ancestros pudieron haber recibido mensajes del futuro y haberlos interpretado como advertencias. Un troglodita podría haber soñado que era un hombre renacentista sentado en un anfiteatro, presenciando una obra maestra de Mozart; o bien podría haber soñado con una humanidad devastada por la tecnología moderna y esclavizada por máquinas sin consciencia. El humano jamás supo ni sabrá por qué sueña cosas incomprensibles.

El humano es un animal enjaulado bajo las injustas leyes de una sociedad desigual, que está a la espera de una oportunidad para sacar a relucir su verdadero instinto animal. Ninguno de nosotros tiene la culpa de que el mundo sea un campo de batalla en el que los justos perezcan a manos de la crueldad y los injustos florezcan a costilla de las víctimas. Que la abrasiva injusticia sea la madre de todas las injurias y que el excesivo sufrimiento sea el padre de la naturaleza, nos imposibilita a librarnos del mal natural. No merecemos un castigo de semejante magnitud.

Nuestros ancestros eran sumamente ignorantes, y en su ignorancia desarrollaron el pensamiento místico para darles explicación a lo que sus débiles mentes no podían explicar. Lo malo es que esa ignorancia extrema sigue existiendo aún hoy en día, y no nos referimos a las tribus aborígenes que viven aisladas, hablamos de personajes normales que viven en sociedades más civilizadas. El acceso a la información suponía un cambio drástico en el entendimiento del mundo moderno, mas no resultó como se esperaba, hay quienes todavía conservan una mentalidad inquisidora.

Alcott decía que la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia, y toda la razón del mundo tenía. Las creencias ab- surdas de nuestros ancestros, los creadores de las deidades, son supercherías sin ninguna utilidad en la actualidad. Muchas de las cosas que nuestros antepasados veían con temor y asombro hoy vemos con escepticismo y confianza. Dicho en palabras de Bergamín, una creencia que no deja espacio para la duda es una superstición, y como tal debe desecharse por el bien de nuestra especie.

Quizá ya hemos olvidado lo difícil que fueron los días en las afueras, cazando entre los matorrales y recolectando frutos comestibles bajo los peores climas, o al menos a la mayoría de nosotros nos resulte una imposibilidad escalar árboles y bracear entre lianas.

Nuestra miserable existencia no sería posible sin la existencia de nuestros predecesores, aquellos animales humanoides olvidados.

Todavía nos despertamos aterrados antes de entrar en un profundo estado de inconsciencia, nos sacudimos violentamente y nos sentimos amenazados. Ese es todavía un reflejo de nuestros más corajudos ancestros que dormían con un ojo abierto, atentos a la aparición de algún animal salvaje que los atacara sin previo aviso. El temor a la muerte se había instaurado como medio para sobre- vivir, sin ese miedo la vida no sería posible.

No tenemos casi nada de información de nuestros antepasados de antaño, no fue hasta tiempos recientes que, gracias a la invención de la escritura, nuestra especie ha sido capaz de comunicarse mejor e inmortalizar la historia en piedras, huesos, papiros y palimpsestos. Los lingüistas y los filólogos han decodificado el lenguaje oculto en la filosofía antigua, nos han otorgado el obsequio más valioso: el valor de la historia humana.

El problema aparece cuando, aun conociendo los crasos traspiés del pasado, volvemos a repetirlos como si nunca los hubiéramos cometido. Por capricho o por necedad, actuamos de formas que nos conducen a la perdición, y muchas veces, no solucionamos nada, más bien, empeoramos las cosas. Nos rehusamos a aprender de nuestros errores o los errores se rehúsan a ser olvidados. Sea como sea, no somos tan distintos de nuestros antecesores, aún seguimos evolucionando.

Kevin Weller.

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