Padre amado

Padre amado

Cuando recuerdo los veranos felices
las risas, los regalos, los momentos añorados
olvido todo lo que ha pasado, esos fueron
mis años dorados pues era feliz,
era un niño amado cuando
detrás de mí tenía un padre amado.

Cuando duermo recuerdo verlo llegar,
acercarse para levantarme del suelo
y elevarme al viento, para alcanzar el techo.
Así de grande y amado me sentía
detrás de mí tenía un padre amado.

En verano, cuando vacacionábamos
solíamos caminar con el caballo.
Despacio por el camino de tierra
bordeado de árboles y aire fresco.
Era un niño feliz y amado,
sentía sus brazos fuertes
que me apretaban a su regazo,
para que no me cayera y lleváramos
el paso lento del caballo.

Sentía su pecho al respirar y su voz aguda
al reír para repetir las palabras corregidas,
para aquellas cosas que no sabía llamarlas.
Luego marcábamos el caminar del caballo
tomando las frutas de los árboles,
robándonos su aroma, comiéndolas despacio.
Y las flores de las ramas, para llevarlas a mamá
para tenerla contenta, decías,
pues detrás tenía un padre amado.

Era un niño amado, amado hasta el cielo.
Tenía un padre amoroso y una madre tierna
que me cobijaban para dormir y me besaban.
Así al despertar corría a su cama y brincaba sobre ellos.
Era un Sol radiante que brillaba tanto
que me dejaba ciego al mirarlo
pues detrás tenía un padre amado.

Mis huesos crecían y en su cabeza las canas
se llevaron sus cabellos negros,
ya no me parecía tan alto.
Cada vez eran vacíos los paseos.

Ya no solíamos salir los dos a caballo.
Mi cuerpo creció y no podía
levantarme en sus brazos,
me sonrojaba cuando me besaba,
cuando se acercaba y me abrazaba.
No sé qué pasó, pero lo veía lejano.
No sólo era yo, era él que se ausentaba.

Mi madre lloraba sola en la mesa
cada vez que no llegaba.
Las flores que le llevaba al regresar,
ya no la hacían feliz, ahora lloraba.
Antes al estar juntos, se amaban,
ahora se gritan y se separan.
Qué pasó con él, qué le hiciste
decía ella, cuando le preguntaba
mientras él solo se alejaba callado.

Una tarde al regresar de la escuela,
pasé por él a buscarlo.
Se había olvidado pasar por mí.
No recuerdo cuántas veces lo hacía.
Pensé en llevarlo a comer helados,
tenía dinero en el bolsillo,
podía brindarlos, antes de llegar a casa.

Cuando llegué ya no quedaba nadie
la puerta de la oficina estaba abierta,
mi padre y ella se besaban.
Los vi y no dije nada, corrí y callé.
No fue una vez, fueron varías.
No sólo era ella, eran varias.
Eran distintas, las cambiaba.
Aprendí a regresar a casa solo
comprendí que detrás de mí ya no estaba.
Había perdido a mi padre amado.

Cada vez era peor, eran pleitos y gritos,
no quería quedarme ahí,
salía con la botella de licor, que él tanto cuidaba,
la bebía a escondidas y nadie me veía.
Hasta que un día, ya con mis pies de su tamaño
cuando estaba celebrando, le grité en su fiesta
y luego no paré hasta avergonzarlo.
Quería hacerlo llorar por cada lágrima,
por cada recuerdo borrado en mí,
por cada llanto callado de mi madre,
y por ese joven en su oficina,
tan alto y grande como él cuando cabalgábamos.

Me rompí por dentro y solo sabía avergonzarlo.

Me fui de casa y me perdí No supe cómo arreglarlo
no tenía detrás de mí, un padre amado.
Mi madre se fue poco a poco apagando
me llené de odio por lo que nos hizo a ambos.
No pude con ella, ella me odiaba tanto por ser su vivo retrato.
Así que me perdí de sus mejores años, estaba solo, roto, malogrado.
Ellos me destrozaron, gritaba desesperado.

Cada año era peor, me quebraba en pedazos.
Esa tarde nos vimos, viniste por mí
me llevaste al médico, pensando que podía
armar mis pedazos.
No quería verte, ni oírte, solo quería que sufrieras
tanto o más que yo, y que ella, por tantos años.

Esa tarde me tocaste para despedirte
No lo sabía que era la última vez.
Ya estabas enfermo y yo muerto por dentro.
En el hospital descubrí que yo me hacía daño
No fuiste tú, ni ella, solo yo.
Así que me rompí en pedazos.
Ella me salvó y unió los trozos.

Hoy estoy aquí frente a sus tumbas, llorando,
perdonándolos y rezando por sus almas
para que descansen en paz
pues yo me he encontrado.
Aprendí de sus errores y de los míos.
Y ahora entiendo que cuando amas a otro
debes amarte con tal fuerza, que no puedes dejar solo
a quien es una parte de ti.
Debes continuar amándolo, porque está aquí por ti.
Estoy seguro que lo haré
si Dios me bendice con tanto.

Hoy sé que siempre estuviste detrás de mí
siempre a mi lado, pues fuiste mi padre amado.
No solo por lo que me diste, sentiste por mí
más bien por lo que te he amado.
Creyendo hacerte daño solo me rompí en pedazos.
Ahora puedo decir, sin rencor en mi regazo
que ustedes serán siempre mis padres muy amados.

Mary Agnes Vega

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