LA LUNA ES UNA FLOR
El viento es peregrino de voz inquieta, susurra a los pétalos recién brotados y acaricia el color alilado de las jacarandas. Al medio día, cuando lame la piel de los paseantes, huele a nieve y a verdes oyameles que dejó nostálgico en las postrimerías del invierno.
Oigo tu voz
perdida entre los silbos
de viejas ramas.
Una parvada de patos cruza el caserío, no sé si vuelvan o si emigran, su imagen es la punta de saeta que parte en dos la niebla de mi sueño y, sus alas el adiós más triste, que acompasa su sombra a mi latido.
La corriente del río corre en sentido contrario a la nostalgia, es cristalina, como la copa de ayer rozándote los labios.
Las manecillas,
girando lentamente
muerden la noche.
El viento cruza el umbral de nuestra puerta, aviva las llamas del fogón y sale por la ventana ondeando la cortina; deja su aroma a noches de insomnio y a flores ocultas en un rincón del patio; ese perfume que pasa fugaz como los días de guardar bajo la lluvia.
Guarda el paraguas…
La luna es una flor
que agita el viento.
Everardo Antonio Torres González.
México.
