Dicen que el encierro…

DICEN QUE EL ENCIERRO…

Dicen que el encierro ayuda a pensar, pero son tantas la ideas que bullen tras la puerta cerrada que no se pueden organizar.

Quisiera mejor hacer el silencio para aquietar el alma, lejos de tantas cosas habitantes de mi mundo. Hacen tanto ruido que no me dejan escuchar lo que es esencial.

Gran cantidad de cosas quieren salir, pero las mantengo encadenadas en lo más profundo del calabozo, muchas veces por la inseguridad y los miedos de que sean tergiversadas por quienes viven obsesionados de sus ideas fijas incapaces de distinguir cosas diversas; desde ese rincón oscuro gritan exigiendo el rompimiento de las cadenas restrictivas, buscan la libertad de los vientos sobre las llanuras, pensamientos que anhelan ser levantados allá donde todos los puedan ver, sin importar cómo las cataloguen.

Me siento agobiado por la estulticia de gente que se siente poderosa resultado de sus complejos de inferioridad; de aquellos que con sus mentiras ponen mordaza a las palabas de verdad, pues esta es un obstáculo para sus maldades, con la perversión del cambio en el significado de las palabras; dictadura de una minoría con ínfulas de mayoría.

Dicen que el encierro me está volviendo más solitario, ¿o será que ya no soporto las impertinencias de los caprichos de la gente necia?

Estoy confinado con una mascarilla cubriendo mi boca, como para no hablarles a los amigos, cuando en el fondo deseo que me busquen.

Dicen que el encierro ayuda a mirar todo desde la soledad, hacer silencio interior, entrar en mí para saber quién soy realmente, para luego aceptar a los demás, así como son en toda su humanidad.

Me busco, pero en realidad en mi confusión te busco a ti, mi Dios, frente a tu altar, para obtener la humildad del corazón siempre dispuesto a entregarse a los demás, para saber escuchar con atención los corazones de quienes me rodean, para tener el valor de vivir en plenitud tus enseñanzas.

¡Oh Dios levantado en la cumbre del Gólgota! Permíteme comprender la íntegra realidad de mis hermanos; ábreme las puertas de mi encierro para salir de mí; haz que la luz de tu resurrección ilumine mi corazón para aprender a amar, como lo haces tú.

Phillip H. Brubeck G.

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