El Anormal
“El sentido común no es nada común”.
Voltaire.
Desde hace algún tiempo me encuentro obedeciendo a ciertas y permanentes preocupaciones de preguntas por el verdadero sentido común de la vida y de las cosas en la que no he tenido respuestas mientras dibujo las desdichas de la anormalidad, por el pesar de mis circunstancias y adversidades de la vida frente a la actitud de una sociedad compleja entre cosas y laberintos que yo solo jamás podría arreglar. En aquella generación de oro por la cual otra idéntica jamás vendrá, recuerdo que se podía hacer y sentir respeto por los padres, profesores, vecinos, a todo un entorno y sobre todo amor y respeto al prójimo, en aquel mágico alrededor de la convivencia originaria del comienzo de una vida.
Actualmente vivimos en estados de nerviosismo, pasiones exaltadas en nuestros ánimos, con instintos y naturaleza de maldad hacia nuestros semejantes. Los verdaderos valores han dejado de ser parte de nuestro aprendizaje para el conocimiento que moldea nuestras vidas, la moral, la ética y la dignidad se han vuelto canjeables, compramos nuestros deberes y derechos, además los buenos modales los cambiamos por malas costumbres que en su mayoría son importadas desde otras sociedades, vivimos envueltos en escenarios en los cuales el verdadero sentido común es extinto por el consumismo y la ansiedad de querer tenerlo todo mientras despreciamos al mismo ser humano, sin darnos cuenta vamos caminando en una sociedad sumisa como borregos secuestrados por la inconciencia e involucionamos en todos los sentidos que no nos dejan vivir la calidad de una vida plena por la simple decadencia de la actual civilización y la falta de utopía en búsqueda de la libertad para las alas de la vida, nadie utiliza la inteligencia de su talento y la reemplaza por la facilidad de lo artificial, en otros casos dejamos de hacer cosas hermosas por falta de tiempo y hasta nos importan más las cosas materiales que el diálogo, las culpas las transferimos y no las asumimos, actuamos como unas verdaderas marionetas envueltas en nuestros trapos, queriendo vivir en la cima de la montaña sin querer escalarla, todo esto ocurre mientras no expresemos respeto verdadero a Dios.
No hay mejor manera que ver el mundo con un verdadero estado de conciencia que nos permita querer lo mejor para la familia, amigos y el entorno, pues es allí donde el cambio comienza. Miremos hacia abajo solo en el momento de dar las manos a nuestros semejantes en el instante de levantarlos de sus caídas. No dejemos de compartir con quienes queremos y de proteger a quienes nos necesitan, mientras tengamos vida debemos dar lo mejor para brindar una sonrisa, un gesto amable y una palabra de aliento. Tal vez moriré esperando tiempos mejores, mientras tanto lo seguiré intentando, y aunque el mundo asuma de manera normal, cotidiana y rutinaria las complejidades de un tiempo perverso, yo simplemente seguiré siendo desde mi identidad “un anormal”.
Willian García Molina.