MIS AMIGOS LOS TAXISTAS.

Los taxistas son los más caballerosos al volante.

 

Me caen bien los taxistas...

 

Me encantan los taxistas, los hay de montón, verdes, amarillos, rojos y hasta azules, no sé por qué, pero me recuerdan a los chapulines en pleno verano.

 

Los puedes encontrar en cualquier momento y casi en cualquier parte de la ciudad.  Cuando menos lo esperas, te rebasan por la derecha, o por el carril para dar vuelta a izquierda si circulas por el carril central y a menos de un metro de iniciar la siguiente fracción del camellón.  Te rodean por todos lados cuando quieres virar, para llevarte por el camino recto.  En las tiendas de autoservicio forman grandes filas, apretadas cadenas, algunas veces en doble fila, para que los particulares no les robemos el pasaje o el cajón de estacionamiento.

 

Me caen muy bien porque son los hombres más caballerosos al volante,

cuando ven que va a cruzar la calle un peatón, se le avientan; si alguien quiere ser más veloz, se le cierran y disminuyen la velocidad en operación bloqueo, para obligarnos a respetar la velocidad máxima permitida por la Dirección de Vialidad y Protección Ciudadana; al conductor de adelante que con precaución se detiene, le mandan saludos a su progenitora porque no ha dado la vuelta a la derecha en forma continua e inmediata.

 

Son celosos cumplidores del Reglamento de Tránsito.  Cuando quieren respetan los semáforos, las señales de alto y las rayas amarillas para el paso de peatones y levantan al pasaje a mitad del arroyo.  Aunque no tengan prisa, conducen como en Indianápolis, por lo que al pasaje hay que darle Dramamine para el mareo y Pasiflorine para los nervios.

 

No importa si un agente de tránsito los detiene; cuando no le untan la mano con un billete, sus líderes vitalicios elegidos democráticamente, se encargan de que las boletas de infracción sean anuladas, con lo que les garantizan la impunidad, sin importar que sean ellos los que más participan en los accidentes de tránsito, de tal suerte que la vox populi los cataloga como muy chocantes.

 

Hablando de accidente. Cuando esto sucede, son muy solidarios, si uno de ellos tiene la desgracia de chocar, de inmediato avisa por radio a su puesto de control, y en menos de cinco minutos ya tienen cincuenta testigos oculares a su favor, la mancha de chapulines amedrenta a la víctima, sin importar su edad o su sexo,  a los agentes de tránsito y del Ministerio Público, de tal suerte que los dictámenes periciales siempre salen a su favor, con el objeto de mantener la impunidad en forma solidaria.

 

Lo mejor de todo es que cuando llueve o tienes alguna prisa por llegar a tu destino, ninguno está libre, y si corres con suerte, se van por las vías más lentas, aunque no llegues a tiempo a tu cita, o dan rodeos que te llevan a conocer la ciudad para incrementar el kilometraje que marca el taxímetro, y así poder cobrar lo que es justo para ellos, sin importar que te quede el bolsillo demasiado justo para otros gastos.

 

Algunos de los conductores de este servicio público son muy comunicativos, hablan hasta por los codos cuando quieres silencio, comparten su música a pesar de que no te guste, mientras que otros parecen lápidas si deseas hacerles la plática, y a lo más puedes arrancarles algunos monosílabos.

 

Me caen bien los taxistas, todos son distintos, gracias a Dios es parte de la naturaleza humana para distinguirnos como individuos.

No todos poseen la totalidad de las virtudes hasta aquí descritas, quienes más, quienes menos.  La excepción hace la regla, también los hay atentos, honrados y respetuosos de la ley, la moral y las buenas costumbres, mas por desgracia, como en todos lados, éstos son los menos, pero a ellos los felicito para que siempre sigan así, con la esperanza que puedan contagiar su educación al resto de sus compañeros.

Phillip H. Brubeck G.

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