Navidad 2020

Navidad 2020.

Una vez más, como cada año, se aproximan los festejos de la navidad, la gente se alboroza y hace proyectos para tal fecha; pero con frecuencia olvidan el verdadero significado de dicha celebración. Los niños sueñan con juguetes que les traerá Santa Claus, San Nicolás, Papá Noel o como acostumbren llamarlo; los adolescentes esperan algún aparato electrónico y ropa de última moda y algunos incluso esperan la moto o el carro. Los adultos se ocupan adornando sus casas, llenarlas con luces de colores y múltiples adornos alusivos al festejo sin faltar el tradicional pino cuajado de esferas.

Se apresuran a comprar y confeccionar regalos para familiares y amistades. Las personas mayores que aún tienen nietos, ansiosos por verlos, hablarles con cariño, recordando hechos del pasado y en ocasiones trayendo a la memoria, aunque en silencio a aquellos que ya se fueron y no veremos más.

Navidad es tiempo de amor, alegría y nostalgia, en ocasiones de lágrimas también. Revolotean los recuerdos, buenos, dichosos, así como dolorosos y amargos que dejaron huellas en nuestras vidas.

Cuan diferente fue la primera Navidad… Una pareja, José y María suplicaban asilo de puerta en puerta para que María recibiera su primogénito que nacería esa misma noche fría, sin luces de colores; pero una hermosa estrella brillaba en el firmamento, era un ángel que Dios había enviado para guiar a los que buscaran a su hijo en forma humana, un gran presente de amor que los humanos desconocían; aun cuando hablaba, según las escrituras de que algún día llegaría. Más de una puerta se cerró para negarle la entrada a María sin imaginar que era el Señor del amor a quien ella esperaba.

Tan solo un humilde pesebre se ofreció para darles cobijo y allí nació el niño Jesús, hijo de Dios. Humildes pastores guiados por la estrella llegaron a él y le adoraron llenos de amor y admiración. Tres reyes de tierras remotas que ansiosos lo buscaban, siguiendo la estrella, encontraron al niño en afortunado pesebre. El recién nacido hijo de Dios, había llegado al mundo para darnos a conocer nuestras vidas, dar fortaleza al fatigado y débil, consuelo al afligido y esperanza. Sí, ese niño tan tierno y pequeño era el más poderoso y rico rey.

A él le ofrecieron los reyes que de tan lejos llegaron siguiendo la estrella fulgurante; el primero, ofreció oro, dando por cierto que el niño era un poderoso rey. El segundo ofreció incienso, porque el niño era celestial, hijo de Dios. El tercer rey ofreció mirra, por el dolor que habría de padecer al dar su humanidad.

En ese tiempo no había casas adornadas, ni luces de colores, ni se cantaban villancicos, pero el cielo se regocijó luciendo la estrella más brillante que era un ángel enviado por Dios para guiar a quien deseara conocer al pequeño y gran Dios Rey de la tierra y los cielos, lleno de amor infinito.

Nota:


Deja que ese amor inunde tu corazón y como la oración de San Francisco de Asís puedas decir:

Señor:

Hazme instrumento de tu paz.
Donde haya odio siembre yo amor.
Donde haya injuria, perdón.
Donde haya duda, fe.
Donde haya error, verdad.
Donde haya sombra, luz.

Permíteme Jesús mío:
Que no busque ser comprendido,
sino comprender.
Que no busque ser consolado,
sino consolar.
Que no busque ser amado,
sino amar.
Porque dando es como recibimos.
Perdonando es como tú nos perdonas
y muriendo en ti es como renacemos a la vida eterna.

Beddy Gamboa Lugo.

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