Ensayo: El factor humano en el trabajo

Trabajadora

EL FACTOR HUMANO EN EL TRABAJO.

El factor humano es el aspecto de mayor relevancia dentro de cualquier centro de trabajo, por lo que es de gran importancia entender correctamente el deber ser de las relaciones entre el patrón, sus representantes y los trabajadores, para mantener un ambiente laboral propicio para el desarrollo de las personas.

Cuando en un centro laboral, sea empresa u oficina de gobierno, existe un ambiente cargado de presiones, chismes e intrigas insidiosas, por más que las prestaciones económicas, sociales y culturales sean óptimas, toda la relación se ve denigrada e insostenible, haciendo de un medio santificante un verdadero infierno en el que la vida normal es imposible, y todo resulta insoportable.

En una situación como la descrita en el párrafo anterior, “es necesario crear un clima generalizado en el que, depuesta toda actitud belicosa o de animosidad, prevalezcan las razones de la concordia sobre las fuerzas del odio y de la división, que sólo dejan tras de sí huellas destructoras”,[1] por lo que “las relaciones laborales deben ser relaciones interpersonales, animadas por un espíritu de comprensión y justicia”.[2]

Bastante ilustrativas resultan ser las palabras de Juan Pablo II a los obreros de Monterrey: “No olvido los años difíciles de la Guerra Mundial en los que yo mismo tuve la experiencia directa de un trabajo físico como el vuestro, de su fatiga cotidiana y su dependencia, de su pesadez y monotonía, he compartido las necesidades de los trabajadores, sus justas exigencias y sus legítimas aspiraciones, conozco muy bien la necesidad de que el trabajo no os enajene y frustre, sino que corresponda a la dignidad superior del hombre […] Los que tienen la suerte de poder trabajar aspiran a hacerlo en condiciones más humanas […] quieren ser tratados como hombres libres y responsables llamados a participar en las decisiones que conciernen a su vida y a su futuro.”[3]

Estas tres afirmaciones poseen en sí un fuerte valor que las lleva a ser el eje principal de la relación laboral, y que si se llevan a la práctica como es debido, de acuerdo a los principios evangélicos de justicia y caridad, se acaba con la escisión creada por la dialéctica marxista de la eterna lucha de clases, del conflicto entre capital y trabajo.

Durante más de cuarenta años de vida laboral he ocupado dos posiciones, primeramente la de un trabajador subordinado, y en forma posterior como representante del patrón en un puesto intermedio de carácter directivo; así, es como he podido palpar la experiencia positiva en que el deber ser se adecúa al ser de la realidad de la empresa; pero también existe la experiencia negativa en que el primero no corresponde al otro, causando un grave malestar en los trabajadores. Un tercer aspecto, se refiere al ambiente que se crean los trabajadores dentro de su mismo nivel jerárquico.

a.- Dirección humana.

Dentro de la complejidad de las empresas en nuestros días, y que dadas sus magnitudes ya no pueden basarse en la dirección unipersonal, tanto por el capital que es necesario invertir, como por su dirección, o por exigencias de las leyes civiles, ha sido necesario que se formen dos cuerpos dentro de las empresas, uno es el consejo de administración que va a representar a los socios dentro del desarrollo normal de las empresas, y el otro, que es la directiva propiamente dicha, la cual se encarga de la dirección de la empresa, así como su administración, y que no siempre está a cargo de los socios, situándose aquí los niveles directivo y gerencial.

Entre ambos cuerpos suelen haber conflictos, en especial aquellos en que, cuando el presidente del consejo de administración o el accionista mayoritario pretende dirigir al empresa conforme a los intereses personales, haciendo a un lado la función social de la misma, entorpeciendo la labor de sus directivos, si no es que también les niegan el valor real de su trabajo que realizan, “maniatándolos” a tal grado de que carecen de libertad para la toma de decisiones, o bien, explotan a sus directivos de tal forma que los utilizan mientras les sirven para conseguir dichos intereses personales y posteriormente, una vez que han obtenido de ellos todo lo que pudiera ser aprovechable, los despiden sin consideración alguna, o si no, les hacen la vida imposible para que renuncien. Como se diría en lenguaje vulgar, “son como limones, primero los exprimen y después los tiran a la basura”.

Esta situación de hecho, por demás negativa, ha creado una cierta animadversión en contra de ciertos grupos industriales, por parte de los profesionistas, o también, estos grupos industriales son el caldo de cultivo de profesionistas ambiciosos y poco honestos, en donde pueden satisfacer sus intereses corruptos, olvidando el fin que debe desempeñar la empresa dentro de la sociedad, como una participación al bien común.

Lo que siempre deben tener presente los patrones, es que han constituido una empresa para generar bienes o servicios que colaboren en el desarrollo de la sociedad, para lo cual, es necesario que se rodeen de profesionistas capaces, a quienes deben dar toda la libertad posible para el desarrollo de sus funciones, dándoles un buen trato, no solamente en cuestión de prestaciones económicas y materiales, sino que además deben reconocer el valor del trabajo que desempeñan, impulsándolos a usar su capacidad creativa y apoyándolos en su labor directiva, como sucede también en muchas empresas. Es esto lo que se llama dirección humana, la cual sirve a la “tarea de formar al hombre, es decir, de ayudarle a encontrar la estructura de su existencia humana. Toda dirección humana que merezca realmente este nombre tiene que basarse en dos fundamentos espirituales: la profesión de la dignidad humana y de la autoridad.”[4]

Pero la dirección humana no se restringe a la relación existente entre el patrón y sus representantes, sino que también abarca la existente entre el patrón o sus representantes y los trabajadores que tienen bajo sus órdenes.

Dentro de una empresa, la mayor inversión que se lleva a cabo, y que es la más importante siempre, es la relativa al personal, el cual es indispensable cuidar en especial en épocas de crisis.

El auténtico director de empresa debe velar por el respeto a la dignidad de sus trabajadores, para lo cual debe ejercitar adecuadamente y con prudencia la autoridad que le ha sido conferida, dando órdenes coherentes y adecuadas a las circunstancias, exigiendo únicamente lo que cada persona integrante de su equipo de trabajo le puede dar, de acuerdo con los principios generales de la justicia, sus habilidades y aptitudes.

Debe también comprender el empresario que el trabajador no es un simple sujeto receptor de órdenes que mecánicamente tiene la obligación de cumplir, antes al contrario, el subordinado posee una capacidad creativa que le permite desempeñar en forma más agradable su trabajo, con la responsabilidad que siempre trae aparejada la libertad. Para esto, el director tiene la obligación de poner al alcance de sus subordinados todos los medios disponibles para el correcto desarrollo de su trabajo.

Dentro de la relación patrón-trabajador, considero que es de gran importancia el que entre ambos exista una comunicación veraz y sincera sobre lo que ocurre dentro del centro de trabajo que los une, así, si el patrón expresa sus dudas, preocupaciones o triunfos  a sus trabajadores, estos se verán más obligados a participar activamente en el destino de la empresa con un gusto mayor, que solamente se tiene al saberse ser tomado en cuenta en ciertas cosas y situaciones que afectan directamente a la empresa.

Por otro lado, el empresario debe ser capaz de aprender de sus trabajadores, toda vez que él no es un erudito que domine todas las materias, así, como el maestro debe ser capaz de aprender de su alumno, el director de empresa debe saber reconocer sus errores y rectificarlos conforme a lo que le dicte la experiencia de sus empleados.

Podría alegarse en contra de lo aquí expuesto, de que va en detrimento del principio de autoridad, toda vez que el empresario siempre debe denotar una absoluta seguridad de sus acciones, para poder ser obedecido; argumento que es todavía más objetable, porque el empleado bien sabe que el patrón es un ignorante sobre la materia, que no sabe reconocer sus fallas, lo cual debilita más la autoridad, ya que, esta actitud negativa hace que entre sus compañeros el trabajador se burle de sus patrones y los obedezca de mala gana.

“Todo el que tenga un puesto directivo en la empresa, además de ser buen conocedor en cuestiones técnicas, tiene que poseer los no frecuentes dones de comprender a los hombres, poderles mandar acertadamente y ser ejemplo para los demás. Tal autoridad supone valores personales internos y entonces no necesita ser simulada con gritos.”[5]

b.- Subordinación responsable.

Por su parte, la actitud que deben tomar los trabajadores, dentro de la relación obrero-patronal, es la de obedecer las órdenes justas que sus superiores le dicten, buscando hacerlo de la forma más positiva posible.

Dados los innumerables abusos de que han sido objeto, mismos que dieron origen a la cuestión obrera, los trabajadores constantemente han estado luchando por reivindicar sus derechos, hechos que son loables, pero han de comprender que solamente deben reclamar sus derechos, es decir, lo que en justicia les corresponde, y no cosas que van más allá de esto.

El trabajador a su vez debe colaborar con su jefe en todas aquellas situaciones en que así lo exijan los intereses comunes de la empresa. Un aspecto de gran importancia, que hay que recalcar, es el relativo al respeto que se debe tener a los superiores, es decir, que el trabajador no debe de estar murmurando entre sus compañeros sobre la ineficacia de los jefes, o bien, sobre supuestas injusticias que cometen en la toma de decisiones. He dicho supuestas injusticias, porque muchas veces los trabajadores no comprenden el porqué de dichas decisiones, y lo miran subjetivamente conforme a lo que les afecta o a sus intereses, sin buscar el fondo objetivo del asunto y la realidad ética y legal de la empresa.

La mejor solución para una situación en que el trabajador considere que existe una injusticia en su relación laboral, es que debe planteárselo a su jefe y esclarecer los hechos, atendiendo a los puntos de vista de su patrón, o bien, acudir con el abogado de la empresa para que este sirva como intermediario para la solución del problema, toda vez que el abogado al conocer los aspectos legales y estar en contacto con los directivos de la empresa, le puede asesorar debidamente, así como explicar a ambas partes la situación, para llegar a un acuerdo justo.

En cuanto a la ineficacia de los superiores, en lugar de estarlo comunicando entre sus compañeros para crear un clima de descontento, en una forma adecuada y en el momento oportuno debe hacerle ver a su superior el error en que se encuentra, explicándole todos los argumentos tanto teóricos como prácticos en que se apoya, y escuchar también los argumentos del jefe, pues lo que está en juego, no es solamente la estabilidad de la relación laboral y los intereses particulares de la empresa, sino que también la aportación que esta hace al bien común de la sociedad en la que está inserta, puesto que si por un error el producto o servicio que se ofrece al público consumidor no cubre todas las cualidades, la empresa está dejando de cumplir con su fin social.

Otro aspecto relativo al respeto a los superiores, es aquel que de hecho se da en muchas empresas en que el patrón por hacer más agradable su estilo de mando, se chancea con sus subordinados, haciendo uso en muchas ocasiones de la ironía o salpicando la conversación con un poco de picardía, áreas en que por lo regular los trabajadores son especialistas, y de no cuidar su habla, pueden llegar al aspecto vulgar del albur, y hasta a insultar por estos medios al jefe. Aquí el trabajador debe mantener la distancia para no extralimitarse él mismo, y en caso de que su susceptibilidad se vea afectada, en ese momento debe hacerle saber a su jefe, en forma seria, que esos hechos o palabras no son de su agrado, para que el jefe rectifique aunque no se disculpe.

El trabajador debe ser responsable, conocer sus derechos y sus obligaciones, para así poder cumplir con sus deberes y poder exigir a la empresa sus derechos. El subordinado debe siempre hacer su trabajo con la mayor efectividad y gusto.

c.- Compañerismo auténtico.

La armonía y buena correspondencia entre los compañeros de trabajo, no solamente se logra por el simple hecho de convivir en un centro de trabajo, sino además requiere que entre los compañeros de trabajo exista una sana correspondencia de amistad.

Sobre la amistad Santo Tomás de Aquino escribió: “Entre todos los bienes terrenos, nada hay que parezca deba preferirse a una amistad digna. Pues ella es la que une a los virtuosos y promueve y conserva la virtud. Ella es la que todos necesitamos en todas nuestras empresas, ya que un buen amigo no se muestra inoportuno en la prosperidad ni abandona en la adversidad. La amistad nos proporciona la máxima dicha, de manera que sin un amigo aún lo deleitable se torna tedioso. El amor hace que lo áspero se convierta en fácil y sencillo; ni hay tirano alguno tan cruel, que no goce con la amistad.”[6]

Dentro del trabajo cada quien debe buscar ayudar a los demás sin abandonar sus obligaciones, y sin exigir cosas excesivas a sus compañeros, en un clima de cordialidad y respeto.

Normalmente en las empresas existen tres errores comunes que entorpecen este tipo de relación:

a). El desprecio que demuestran ciertas personas hacia las que pertenecen a un estrato social distinto, ya sea superior o inferior, por razones de educación, cultura, dinero y origen, lo cual fomenta la división de clases que pregona erróneamente Carlos Marx, y que muchos sindicatos de índole socialista se encargan de fomentar en aras de una supuesta “conciencia de clase”.

Este error lo podemos solucionar tomando en cuenta la dignidad de las personas que trabajan con nosotros, que si bien, somos iguales en esencia, tenemos ciertamente las diferencias señaladas en el párrafo anterior, las cuales son meramente accidentales, y que no tienen por qué estarse pregonando para realizar una “lucha de clases”, sino al contrario, esta diversidad debe ser un factor de complementariedad entre los seres humanos para alcanzar la cooperación de todos y cada uno para la consecución del bien común.

b). No ayudar a los compañeros de trabajo, cuando así lo requieren, porque el contrato de trabajo no especifica tales labores.

Hay ocasiones en que, debido a alguna circunstancia en específico, algunas personas se niegan a proporcionar ayuda a sus compañeros, cuando se los solicitan, argumentando, principalmente, que no deben hacerle el trabajo a los demás, pues luego se malacostumbran y quieren ganar su sueldo sin hacer nada. En estos casos es necesario tomar en cuenta que uno debe solicitar el apoyo de sus compañeros cuando sea realmente necesario, ya sea porque el tiempo apremia, o porque va más allá de las habilidades o conocimientos propios. Siguiendo el espíritu de solidaridad y de trabajo en equipo, es factible ayudar a los demás siempre y cuando no se descuide el cumplimiento de las obligaciones personales.

c). Murmurar de los demás compañeros de trabajo, creando “chismes” que los perjudiquen, ya sea por envidias del puesto y del sueldo, como por amarguras e insidias sentimentales, perjudican gravemente al sujeto pasivo, llegando en ciertas ocasiones a crearle problemas con otros compañeros de trabajo o con los superiores, y pueden hacer de la relación laboral un verdadero infierno en que los perjudicados solamente están esperando el nuevo chisme que se haga a sus costillas para encontrar la forma de defenderse. La solución, se encuentra en controlar la lengua y no hablar de más, a menos que se tengan las pruebas fehacientes en la mano y se sepa que dichas actitudes que se están criticando realmente perjudican la relación laboral de una forma u otra.

Si uno se percata realmente de que el factor humano es el más importante y relevante de una empresa, y hace todo lo posible por aplicar los principios señalados en los Evangelios, como buenos cristianos, se evitarán todo tipo de conflictos laborales y podrán trabajar en un ambiente de armonía y cooperación.


Phillip H. Brubeck G.


[1] JUAN PABLO I: “Carta a los obispos de Argentina y Chile” de 20 de septiembre de 1978. Tomada de: Textos de su pontificado. Introducción y análisis teológico de Ph. Delhaye, EUNSA, Pamplona, 1979, p. 204.

Si bien es cierto que este texto se refiere directamente al conflicto internacional existente en aquella fecha entre ambos países, también es aplicable por analogía al tema en estudio.

[2] FERRER, Urbano: Juan Pablo II y el orden social. EUNSA, Pamplona, 1981, p. 67.

[3] JUAN PABLO II: “Discurso a los obreros de Monterrey, Mex.” de 31 de enero de 1979. Tomado de: El continente de la esperanza. Palabras de Juan Pablo II en México. Editora de Revistas, S.A., 2a edición, México, 1979, pp. 202 y 203.

[4] HOFFNER, Joseph: Manual de Doctrina Social Cristiana. Traducción  de Lucio García Ortega, RIALP, Madrid, 2a edición, 1974, pp. 175 y 176.

[5] Ídem p. 179.

[6] AQUINO, Tomás de: Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes. Libro I, Cap. X.

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