La fuga de Oriana.

La fuga de Oriana.

El paquete contenía zapatos deportivos en varios modelos y colores: rojos, blancos, grises, negros; también variadas franelas de tallas diferentes. Jimmy Dávila cerraba las cajas herméticamente con cinta adhesiva transparente, en su mirada había un brillo alejado de toda tristeza, su corazón saltaba y viajaba en la imaginación de llevar un barco grande cargado de esperanzas para quienes recibirían los obsequios. Desde Miami hasta Venezuela venían las cajas con los regalos para las personas escogidas por Jimmy Dávila. Ser generoso nos hace ser felices, es el camino que da paso a la felicidad. No todas las personas poseen un corazón amplio y espléndido para dar, obsequiar, desprenderse de lo suyo para entregar sin ningún interés a los demás, ese es Jimmy Dávila.

El escritor Dubruck terminaba de tomar su caliente café y se disponía a escribir sobre Oriana, bello personaje creado en una noche de lluvia de estrellas. Nació en Venezuela, donde la situación política económica de este bello país hizo marchar a millones de venezolanos a otros países con el objetivo, según ellos, de buscar mejores condiciones de vida.

Juntos tomaron la difícil decisión: irse del país donde nacieron. Hicieron maletas, lágrimas venían desde lo más profundo de su ser, se deslizaban por sus pálidas mejillas. Se marchó a otras fronteras, le acompañaban su madre y su padre, ambos actores. Vivían en el barrio La Feria, cerca del sanatorio Gómez López.

Su padre era Adonay, conocido en el mundo artístico como el mimo de Venezuela.

Oriana había llegado a un pueblo desconocido, allí conoció a un joven muchacho quien también era un personaje de la pluma de Dubruck. Ambos se enamoraron y tuvieron un lindo hijo, muy hermoso, como su madre, ya que el padre era más feo que un golpe en el dedo gordo del pie. Dubruck tenía pensado eliminar este personaje y para eso pensaba en el trágico final. No sé cómo Oriana se enteró del macabro final de su amado. Ella no podía dormir y para capturar el reparador sueño, preparaba té de conchas de mandarina cinco minutos antes de acostarse en la noche. Sentía cómo por sus venas corría un espíritu helado.

La noche era soporífera, ella no podía perder el norte de su plan a seguir. Decidió conversar con su amado y en una noche lluviosa, cuando Dubruck boca arriba, roncaba en el sillón, lograron salir de las líneas dónde se narraba su historia. Salieron de la pantalla del computador. Oriana tomó su caja mágica, la cual guardaba desde que tenía seis años de edad, allí había un polvo azul mágico. Le echó a su hijo, a su amado y a ella. Se hizo una atmósfera azulada y de pronto aparecieron en un pequeño pueblo, lleno de estrellas y dos lunas con una hermosa playa de mucha claridad, como si el sol estuviese entre las dos lunas, ese pueblo fue bautizado como Sarao, así lo llamó Oriana.

La mañana siguiente, nuestro escritor Dubruck revisó su cuento y descubrió la ausencia de sus personajes.

¿Qué pasó aquí? –se preguntó–, algo mágico está ocurriendo con mis historias, también se escapó el doctor Pablo Quintero, me enteré que anda en reuniones con sus amigos buscando Utopía.

El objeto volador no identificado, estaba en Sarao, entre las dos lunas. Por esa razón se veía mucha claridad en la orilla de la playa. Las tibias olas acariciaban la frágil arena.

– Ahora sé quién soy, no soy humano, mi piel en este momento es de color gris claro, soy el conductor de este platillo, mi pensamiento viaja a otras dimensiones.

– Puedo viajar con mi pensamiento, siento un ambiente de mucha alegría, hay una reunión donde celebran el aniversario de una revista mexicana, una mujer muy hermosa, invitada, llegó desde Venezuela: Alicia Lucena Silva.

Muchos periodistas y fotógrafos hacen tumulto en aquel bello acontecimiento. Uno de los periodistas preguntó al presidente de la revista Bellas Letras,

– ¿Cómo hace usted, qué le motiva, en qué se inspira, para mantener en pie su revista?

Phillip Brubeck respondió de inmediato:

– A veces las ideas en tumulto nos arrebatan el sueño, es necesario darles salida aunque sean sin orden, para que se vayan plasmando en la pantalla de la computadora, que cambien de mi memoria al ordenador y así tener la calma anhelada, aunque a veces las ideas se niegan a fluir.

Con esta repuesta los periodistas quedaron con la boca abierta y un sonido de aplausos que duró varios segundos hizo sonreír al director quien dijo:

– Brindemos por este victorioso aniversario.

La alegría se desbordaba entre los asistentes. Nuevamente me fui a mi platillo y me volví a las playas del pueblo de Sarao. En el fondo del mar muchos objetos voladores aguardaban la llegada de la noche para emerger y viajar a otras dimensiones, a otras galaxias.

José Argenis Peña Salcedo.

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