EN LAS HUELLAS DE AQUELLA ANDALUCÍA
Porque era mujer. La Roldana quién buriló las figuras de las cantidades de imágenes de Sevilla, donde en el siglo de oro Luis de Roldán había pintado y esculpido entre las virtudes, hoy con seiscientos años del arte Cristiano que llevaron a la nueva España, hasta el virreinato del Cuzco, como de las madres «El Pan de Oro», mientras esto sucede en mis recuerdos; veo a Luisa Roldan en la catedral de Málaga, con sus siglos para saber de Cádiz y sentir de Córdoba el dolor de una guitarra como de las letras en la cárcel para Antonio Machado, en «La Nana de las Cebollas» de Miguel Hernández, con los clavos de un Cristo más adentro de la promesa de García Lorca. Desde donde paría su mujer detrás de las celdas y se moría de amor en el «Cristo de los Gitanos», más adentro de las súplicas y en ceremonias de toda Andalucía llorando con las lágrimas de María.
Era jueves Santo –Dios mío– estar en aquellas calles de millones de luces y mantas moradas, de la corona de espinas para entender las bóvedas arquitectónicas del Barroco y en los altares por la vida; el oro de Atahualpa.
Lo vi desde uno de mis viajes, como de aquellas oraciones casi afirmadas en las piedras y haber entendido las pasiones de los cristos moros entre los rostros de las cantidades hechas multitudes, en la pureza de los niños y las madres llorando a los eternos inmigrantes, como de María Helena Cárdenas en los bordados para los mantos de las vírgenes y más de doce miles hombres cargando las ceremonias de las procesiones. En el misterio del rocío o la pureza roja de las luces de la mujer santa de «la Macarena’.
Anoche en el templo, basílica del Espíritu Santo de Rafael Pino Farias de esta ciudad de La Grita junto a Carmen Victoria pude volver a mis sentidos del recuerdo, cuando en mis viajes por Andalucía caminando de aquella esperanza con una carta descrita en mi alma, entre la muralla de San Julián para escuchar los caballos y ver los miembros de la Guardia Civil bajando de la cruz un Crucifijo de Antonio Salzillo. Como de ilusiones las voces y más atrás de los arcos «La Duquesa del Alba» quizás de los Toreros o el color de Sorolla sabiendo de su impresionante armonía en las romerías de las sevillanas llorando con las luces de la virgen y un Cristo de madera muerto. Entre centenares de velas.
¡Lo recordé! viendo los ojos almendros de mi bella Carmen y desde allí sentí «La Saeta» del poema del mártir poeta, cuando por tradición en «Los pechicatos’ de un violín se ha cantado la ceremonia de una súplica.
¡Volví! frente a mi Cristo viejo y hermoso de la Grita, allí en la Capilla neogriega del maestro Manrique, y de reflexiones memoricé el Seminaeuo Neogótico de los franceses desaparecido por las ignorancias. Y desde mi súplica se hizo al perdón, por amor y dolor de todos mis pecados.
¡Volví! porque en esos instantes vi, a aquel Navarro de Andalucía, quién fue el noveno panadero de la escuela de las harinas de mi ciudad perdida. «Antigua Capital «.
¿Entonces? invocamos un Padre Nuestro y de fe las avemarías a la Dolorosa de Valeria Briceño, la viejita de las bondades de la otra madre de Dios de la calle de la parada. «La carrera cinco».
Volvieron los recuerdos; la Semana Santa de nuestra «Atenas» sin su banda municipal, aquella del maestro Farfán, del Viejo Liscano, de Julio Mora, el insigne director Héctor Parada. O de los credos «Las Escuela de los Músicos».
Hasta de la verdad volver ejecutando «El Popule Meus». Mientras la luna invitó al amanecer de la lluvia…
¡Si volviera a Andalucía!
Néstor Melani-Orozco.
