La novelista

La novelista.

— ¡El final es lo mejor!

Era un hábito para Sarah decir eso cada vez que terminaba una novela. La escritora de 30 años llevaba dos años escribiendo esa novela cuya trama escalofriante relataba la vida de un asesino serial de mujeres, cuyas características afines de sus víctimas consistía en ser jóvenes, de complexión robusta, cabello rizado de color negro, piel morena y ojos cafés, con una edad promedio de 20 años y ser «universitarias». Todos los días por las mañanas tenía la costumbre de tomarse un café y ponerse a escribir hasta el mediodía. Era imprescindible ponerse a escribir con una o varias tazas de café. Le gustaba decirles a sus amistades que el café era su mejor amigo porque aparte de que la ayudaba a despertarse, la deleitaba con su aroma exquisito. Por las tardes, daba clases de literatura en la Universidad y siempre cargaba una libreta, en la que iba anotando las ideas que se le ocurrían espontáneamente para sus relatos. Sus clases las terminaba ya por las noches y antes de llegar a su casa, hacía una parada en un café internet, con la intención de guardar en una memoria USB todo lo que había pensado a lo largo del día y que tenía anotado en su libreta. No se perdonaba si alguna idea se le perdía por falta de disciplina. Tenía un ritual muy estricto al cual no fallaba en cumplirlo. Una tarde, cuando terminó de dar su clase, se acercó a ella, uno de sus alumnos para preguntarle sobre el tema que habían visto en la clase.

—Maestra… ¿Puede ayudarme?

—¡Claro que sí! —Con una sonrisa, le dice al alumno que se le ha acercado —¿En qué puedo ayudarte, Fidel?

Fidel es un joven que siempre se ha distinguido de los demás por ser muy serio. Nunca se le ha visto hablar con alguien y mucho menos ha hecho amigos. Su mundo ha sido estudiar y trabajar medio tiempo en un hospital psiquiátrico como afanador. La única persona con la que habla es, con él mismo, sobre todo cuando está frente al espejo del baño cepillándose los dientes. No tiene padres ni hermanos. Su vida se convirtió en una pesadilla cuando perdió a toda su familia en un incendio, en el cual, murieron todos calcinados. Después de ese infortunio, Fidel, siendo apenas un niño de 10 años, fue adoptado por una tía, la cual se la pasaba embriagándose y drogándose; no trabajaba y vivía de la pensión que le había dejado el marido al morir asesinado en un asalto a mano armada en una tienda de conveniencia. Su tía, jamás lo atendió. Lo veía como una carga que le fastidiaba la vida. Cada vez que llevaba amigos a la casa para hacer sus orgías, lo encerraba en su cuarto para que no la molestara y había ocasiones, en que olvidaba hasta tres días al niño encerrado: sin comer, sin beber agua, sin ir al baño y sin ir a la escuela. De tanto que llegó a faltar a la escuela por esta situación, hubo personas que la delataron ante las autoridades y estos fueron a investigar hasta la casa para averiguar lo que estaba sucediendo con ese niño.

Al llegar al domicilio descubrieron que el niño estaba sufriendo de abuso sexual por la tía y de inmediato se la llevaron detenida. La mujer fue condenada y estando en la cárcel, murió desangrada, al ser degollada mientras dormía. Ninguna de las reclusas, ni el personal de vigilancia supo quién la había asesinado. Para Fidel, fue un respiro el haberse quedado solo.

—Quisiera tomar clases fuera de la universidad. Me interesa mucho escribir un libro y me gustaría que me asesorara. Sé, que usted es escritora y quisiera aprender lo que usted sabe. —Dice Fidel a la literata.

—¡Excelente, Fidel! Siempre me da gusto que mis alumnos se interesen por mi clase… ¡Será un placer poder ayudarte!

Esa noche cuando Sarah había prendido su computadora para hacer algunas pequeñas correcciones (pendientes en su novela), por alguna razón, no podía concentrarse y el tiempo ya se le había venido encima, pues ya debía tener listo el relato para enviarlo a edición a la brevedad. Estuvo trabajando hasta las tres de la mañana. Café tras café, no paraba de revisar, hasta que un ruido extraño, proveniente de las afueras de su casa, emplazó su atención. Sarah, al asomarse por la ventana, se dio cuenta que entre las sombras de la calle, algo se movía con sigilo y vio que se trataba de una silueta masculina, la cual se desvaneció como si fuera un fantasma. Los perros no paraban de ladrar. Las alarmas de los carros estacionados se habían activado de manera inesperada. De pronto, en la calle, el angustioso grito de una mujer que pide ayuda prevalece. Sarah tiembla por el terror que siente y reacciona poniendo de inmediato los seguros de las puertas y ventanas de su casa. La turbación la entorpece, pues al intentar marcarle a la policía para reportar lo que estaba sucediendo, no puede hacerlo. Los gritos cada vez se escuchan más fuertes y próxima de la casa de Sarah. De pronto, el celular suena. Una llamada entrante de un número no registrado. Con voz trémula, ella contesta:

—¿Hola?

Una voz masculina y distorsionada le responde:

—¿Qué tal, hermosa?… La noche es tan misteriosa que no puedo evitar mirarte mientras estás trabajando en tu computadora… ¿cómo va ese relato?… ¡muero de las ganas por comenzar a leerlo!… ¡espera!… ¡no me contestes, ya sé de qué se trata!… es un hombre aniquilado por la sociedad, con un pasado fétido. La desgracia lo ha perseguido desde que fue concebido: su madre fue violada por unos protervos vagos y cuando estaba por nacer, ella se suicidó. El bebé por desgracia… sobrevivió. Lo peor de todo es que no se habían dado cuenta de eso hasta que le estaban sacando las entrañas durante la autopsia. —Sarah, asustada, comienza a darse cuenta de que el sujeto que le hablaba a su celular estaba relatándole el personaje principal de su novela. Mientras lo escuchaba, ataba conjeturas para encontrar una respuesta lógica ante los sucesos, pues no podía ser mera coincidencia.

—¡Te voy a demandar por haber entrado a mi casa y haber leído mi novela! ¡Es un delito lo que hiciste y te haré pagar por eso! —Una siniestra carcajada se escucha, de pronto:

—¡Ja, ja, ja, ja!… Asómate a la ventana de tu patio si te interesa saber quién soy.

Sarah corre de inmediato para asomarse a la ventana. Horrorizada, ve a una mujer muerta y crucificada dentro de su patio. Por unos segundos, difícilmente logra ver una silueta de blanco brincando la barda para escapar… Después de eso, la llamada se pierde. Sarah trata de sosegarse y marca para reportar el crimen. Parte de esa noche, y todo el día, estuvo con la policía siendo interrogada, y su celular: sometido a investigación. La escritora finalmente fue liberada.

Al llegar a su casa, lo primero que se le viene a la mente, es prender su computadora para eliminar el primer capítulo en el que narra al personaje principal cometiendo asesinato, tal cual, como el sucedido en el patio de su casa. El siguiente capítulo se trataba de otro asesinato en un salón de clases, adentro de la universidad: una alumna decapitada, sin ojos, el cuerpo magullado, desnuda y tirada en el centro del recinto, con una cartulina en su vientre, que tenía escrito: «No fornicarás…» Sarah estaba indecisa sobre su novela.

En los días siguientes estuvo taciturna: no sabía si el asesino había leído o en el peor de los casos, hurtado su trabajo. Y cuando menos se lo esperaba, al llegar a la universidad le sorprendió ver que policías y ambulancias tenían cercado el lugar, impidiendo el paso a todo el mundo, debido a que habían encontrado a una joven alumna decapitada, sin ojos, el cuerpo magullado, desnuda y tirada en el centro del recinto, con una cartulina en su vientre, que tenía escrito: «No fornicarás… (Capítulo II)»

El pánico se apoderó de la escritora. El asesinato es exactamente igual al que ella tenía narrado en el Capítulo II, de su novela. Una llamada entra a su celular:

—¡Hola, Sarah!… ¿Estás disfrutando que lleve a la realidad la ficción de tu novela?… ¿Verdad que no es lo mismo que se encuentre escrito en unas páginas a que lo puedas apreciar en vivo? Realmente admiro tu imaginación para no ser una persona perturbada por un pasado trágico. Sé que tu infancia fue perfecta: la niña del cabello castaño y rizado, con enormes y hermosos ojos cafés; de belleza impresionante, a la que todo mundo amaba. Rodeada de gente amable y sin ninguna carencia… ¡qué envidia!… Lo que me lleva de nuevo a preguntarte: ¿qué te motivó a escribir algo tan asqueroso siendo cómo eres?… puedo concluir que, en el fondo, no eres feliz del todo y que, a través de tu personaje, describiste a la asesina que llevas por dentro. Seguramente, es porque fuiste traicionada por tu mejor amiga al encontrarla desnuda con el hombre que habías elegido para que fuera el padre de tus hijos… ¡qué lástima! —Al escuchar eso, Sarah tiró al suelo el celular y lo destruyó a pisotones. Después de hacer eso se pone a correr aterrorizada. Al llegar a su casa, se dirige directamente hasta el lugar en donde tiene la computadora, la cual prende de inmediato y se pone a buscar la novela entre sus múltiples escritos, con la firme intención de eliminarla… una vez que lo hace, de cierta manera, el alivio que viene a su mente le hace pensar que ya no ocurrirán los crímenes que había escrito.

Los días siguieron pasando en aparente calma, pues desde que Sarah decidió eliminar su novela, los crímenes, ya no ocurrieron más. Continúo su vida de manera normal, dando clases e iniciando un nuevo proyecto: un relato en el que no había asesinatos. La trama estaba basada en los problemas cotidianos de una pareja. Por las tardes, antes de entrar a dar clases, asesoraba a Fidel, quien estaba escribiendo su primera novela. Se veían a diario y se la pasaban muy bien hablando de diversos autores. La escritora sentía que hacía buena conexión con su alumno.

—Estás avanzando mucho, Fidel. Si continuas a este ritmo terminarás tu primer relato en muy poco tiempo.

Al escuchar eso, Fidel se sonrojó y sonrió.

Los días y las noches desfilaron tranquilamente. La escritora había olvidado casi por completo la coincidencia de aquellos terribles sucesos con su novela. Sentía felicidad de haber eliminado ese archivo y pensaba que era lo mejor: Los capítulos se han perdido en la nada… jamás existió esa historia… sólo fue una pesadilla… sólo fue una pesadilla… Procuraba decirse una y otra vez para tranquilizarse y poder conciliar el sueño. Pero, en una de esas tantas noches, en las que se le dificultaba dormir, había decidido prepararse un café; al beberlo, sorbo a sorbo, pensaba y caminaba de un lado a otro, como león enjaulado en la sala de su casa. De pronto se dio cuenta que encima de la mesa de centro había un libro cuyo título en la portada jamás había visto y que decía: Los asesinatos de Sarah.

El nerviosismo y el miedo la invadieron de nuevo. Aquel libro tenía el nombre del archivo que había sido eliminado con el objetivo de impedir que ocurrieran los asesinatos que estaban relatados en la novela y que, por lo mismo, nunca fue enviado a edición. Con las manos temblorosas y lágrimas en los ojos tomó el libro para abrirlo y revisar su contenido: Trece sanguinarios capítulos. Autor: Sarah Marmolejo. Editor: Fidel Cazador.

—¡No puede ser! — Al decir eso, el libro se le resbala de las manos y se le cae al suelo, quedando abierto.

—¿Sorprendida? —Aparece de la oscuridad Fidel, con un brillo desconcertante en los ojos y una sonrisa diabólica. —¿Te preguntarás de dónde obtuve tu novela si ya te habías encargado de borrarla?… Pues bien, déjame decírtelo para sacarte de la duda… Antes de acercarme a ti y pedirte apoyo para aprender a escribir como tú, entré a tu casa la noche en que habías finalizado la novela. La leí en ese momento y enseguida, la respaldé en una memoria USB. Me resultó fascinante la forma en cómo relatabas los asesinatos; pensé en homenajearte por tan hermosa historia, así que, decidí traer de la ficción a la realidad cada capítulo, aunque te confieso que tuve que hacerle una insignificante modificación al final. ¿Quieres leerlo? —Sarah comienza a leer y su voz se escucha temblorosa:

—Y el joven alumno que se había enamorado de su maestra, entró a la casa, sin que ella se diera cuenta. Le dejó un libro sobre la mesa de centro, mientras ella se preparaba un café. Al llegar a la pieza, descubre el ejemplar y le sorprende que el título impreso, es el mismo de aquel relato que ella había desaparecido, egoístamente, para que nadie disfrutara de la trágica-novela. Es entonces, que el joven decide terminar con el anonimato presentándose frente a la mujer, de la cual, se había enamorado y le pide leer el nuevo final que él había creado: La novelista muere esa noche al ser degollada mientras le leía a su enamorado… Fin.

Sarah al terminar de leer, cierra el libro y mira a Fidel, quien lentamente va acercándose hacia ella, con un objeto de metal en sus manos, el cual, resplandece a la luz encandilando los ojos de la novelista.

Laura Lucero Mercado Rodríguez.

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