Mi viejo portarretratos

MI VIEJO PORTARRETRATOS

Tu fotografía, esa que me ha acompañado por años, esa que vela mis sueños cada noche sobre mi cabecera, parece ser que se ha cansado ya.

Esa fotografía que tantas veces me acompañó en el llanto, en las sonrisas, en mis temores y en mis horrores; esa que me libró de tu ausencia y me escuchó en mis silencios; esa que, enfundada en un viejo portarretratos, me abrazó por las noches y en los días en que la soledad se hacía presente con toda su crueldad.

Quizás la recuerdes, porque en ella se podía ver la esencia de dos enamorados que podían ser la envidia de alguien más.

Tu sonrisa maravillosa que siempre me cautivó, hacía ver menos desaliñada la barba que por meses había esperado una respuesta; respuesta que a los pocos días llegó y hasta hoy, con un sinfín de obstáculos y sin sabores, parece que quedó en el pasado; allí en donde deben permanecer todas las acciones sin importar qué tan buenas o malas hayan sido para la balanza de una historia.

Te has marchado de mi lado dejando un hueco tan enorme y tan difícil de llenar; un vacío inmenso en el que solamente recuerdos transitarán de un lado a otro, rapaces por llevarse mi tranquilidad.

Si esa foto pudiese hablar ¡Qué de cosas no diría! Quizás contaría las veces que nos vio llevando al extremo el amor y la pasión; pero también el rencor estallado en gritos y reclamos, una y otra vez.

Hoy, quizás sea momento de poner la foto donde estamos tú y yo en el baúl de mis recuerdos; ese lugar en el que existen tantas y tantas historias que han buscado, y encontrado, un espacio predilecto y donde conservo las cosas más maravillosas que en algún momento pude disfrutar.

Hoy… Hoy solamente quedarán recuerdos de aquello que jurábamos sería interminable. De aquello que comenzó una mañana en que, por tenerte cerca y estrechar tu mano, fue el preámbulo de las tantas equivocaciones que habría de cometer, una tras otra, a tu lado.

Hoy… Esta noche al escucharte decir que ya no hay nada entre tú y yo, me di cuenta de que efectivamente las palabras nunca, siempre y jamás, están tan vacías como habrá de quedar este viejo portarretratos; en el que solamente quedarán un sinfín de huellas dactilares, mudos testigos de las tantas veces que lo tomé contra mi pecho, cuando tanta falta me hacías en mi soledad; y quizás así… Solamente así… comience a poder olvidarte, como tú decidiste olvidarme a mí.

Marco Antonio Espinosa López.

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