Escucho la voz sacerdotal.
Escucho la voz sacerdotal,
mañana de frío óseo
hasta el mero centro
de mis huesos campesinos,
los mismos que corren veloces,
buscando sesenta años,
salidos del campo rojizo,
de tunas, de cardonales,
de uvedales y cujíes.
Qué de historias,
trabajo, amores y crónicas,
qué querencias.
Viejo samán de recuerdos,
cobijo de mil borrachos.
Catalinas y acemitas,
frío de julio, te recuerdo.
Hoy renaces en la voz,
venida del campanario,
de quien lee el texto antiguo,
mientras los Castañeros de Indias,
me regresan a la memoria,
la de paraulatas, azulejos,
tierra roja.
Pablo Quintero Rodríguez.
Del libro “Entre mis manos”.