HABITO UNA CIUDAD QUE NO ES TU CUERPO
Habito una ciudad que no es tu cuerpo,
pero asemejan sus iglesias y sus plazas
el alfeizar bendito de tus pechos,
la explanada inconclusa de tu vientre;
esa nostalgia de pátina y cantera
que tu mirada trasmina en el otoño,
balconería de recuerdos que te miran
desnuda de toda desnudez en cualquier tarde.
Y camino por callejas silenciosas
con la discreta luminosidad de tus caricias,
y miro los letreros de colores
y miro los colores de tus labios
y siento que los siglos han quedado
en el tañer de tus arterias, en el imperceptible
vuelo de los párpados tras un beso sutil…
Y siento mi ciudad en tu cabello,
y la siento en la lluvia de tus lágrimas…
en la felicidad que guardas para estrenar el sábado,
en el velo de mágicas palomas – es decir en la sombra
de sus alas que delinean tus cejas y el arco de tus labios-
Habito una ciudad que no es tu cuerpo,
pero los amo desde mis pasos y mis sueños,
desde la suavidad de cada noche,
desde la luna que se pierde en las callejas
para dormir en la mar de tus pupilas.
Everardo Antonio Torres González.