¡QUÉ PRONTO PASÓ EL VERANO!
“La silenciosa tierra está delante
con sus carderas y sus muertos.
Pero lo que oigo brota bajo mis pies.
¡Qué rápido pasó el verano!”
Miguel Ángel Curiel
¡Qué pronto pasó el verano!
¡Cuánto sol derramado y cuánta herida
para llegar, tan pronto, luego a nada!
Parecía que “siempre” era el atisbo más perfecto,
la más justa presunción de lo imposible imaginado;
pero las amapolas también pasaron,
sus rojas venas sangraron élitros de tiempo
con el silencio audible de la brisa,
y un mar de mieses,
tronchadas por el fiel de la cintura,
buscaron sus caminos
hastiados de barbecho.
¡Qué pronto pasó el verano!
¡Qué decepción de esquinas por la dicha!
La flor del cardo en su ansiedad de viento
no deja huella ni olvido,
tan sólo un punto de ruido en el paisaje.
¡Qué pronto pasó el verano!
¡Cuánto estupor de duda saldado en baja
a la subasta de la vida!
Puebla silencio el grillo en la sestera
y está el reloj de soles desnudo de cigarras.
¡Qué pronto pasó el verano!
¡Qué extenuación de ocasos
al borde mismo
de la estación postrera!
El mar del tiempo en su cristal de espumas
anuncia un estarcir de crisantemos
y están los soles-pones aflojando
su rueda en la molienda de las horas.
¡Qué pronto pasó el verano!
Qué realidad abre sus fauces
a la pausa cotidiana de los días,
al tejido ya hilvanado de lo cierto
de lo, a todas luces, nunca remediable.
¡Qué pronto pasó el verano!
He bebido la luz de siete estrellas
en noches no asequibles para el sueño,
he trenzado con hebras de la luna
las mil constelaciones de un silencio
que sólo es accesible a los poetas.
¡Mas qué pronto pasó el verano!
Me pesa el tiempo como le pesa el lodo
a la invertida espalda de los cauces.
Así me pesa el tiempo.
Así su labio es tacto
de siembra en el olvido.
¡Qué pronto pasó el verano!
Ya vuelve el horizonte a ser camino
que hurtándole a la dicha sus fronteras
desteje de cancelas la negrura.
Sucede tras su luz que la tristeza
es pasto en las guadañas de lo yerto.
¡Qué pronto pasó el verano!
¡Qué penumbra de soles por mi verso!
¡Qué resaca de junios agotados
por la siega sin hoces
… del destiempo!
Juan José Alcolea Jiménez
Del libro «Cuando los nombres estén dados».
Premio «Pastora Marcela» 2012 en Campo de Criptana.