La Doña

La Doña.

En el lugar donde se extiende la distancia hasta las montañas que no sé si son azules o son verdes, sostenidas por el verdor de los cañaverales que se cubren de azúcar y luego se llevan en la mirada hasta el mismo cielo amanecido entre nubes sonrojadas y por las noches iluminado bajo la luz de La Luna cara de queso y la luz  fantasma de unas estrellas ya desaparecidas en el contraste mismo del Universo, no es más que el lugar de convivencia de “La Doña”, la bella señora, con los ojos más atractivos que hasta se excitan al ser mirados por la naturaleza y los paisajes. El Sol la besa para hacerla doña y ella se hace dueña del Sol porque la besa. Es la más bella flor silvestre de estos campos, amante de mil corolas, doña de tierra bendita y bonita se hace la tierra por tener una doña.

Resalta en la mirada de La Doña tanta suavidad, su melena larga olor a pan extraído del suave y fresco trigo. Entreteje sus suspiros dándole el exilio a mi alma, su sombra  rápida como la agilidad en los pies que llevan sus pasos ligeros, que no dejan rastros ni hacen estruendos, mientras danzan las flores y las mariposas a su encuentro. Su belleza sutil como las dulces semillas de la luz y del agua que germinan en brotes de eclosión desde su alma, cosechándose en la desnudez del aire con el pincel de la prosa para recogerse en poesía… una verdadera obra de arte sin artistas es La Doña. Bella como la primavera, doña y hermosa dama, cara bonita, tan real como la redondez de la tierra o simplemente doña porque nadie le gana con el don de su mando que lleva afilado artesanalmente en el movimiento de su sangre inquieta en las venas, va a la merced del viento en su semblante cándido e indomeñado brío resumiéndose en efluvios de una simpatía sinónimo de la más absoluta felicidad, la mesura de su cuerpo va envuelta en el atajo que transita en mi tiempo. Esconde dentro de su ser de doña a una niña consentida y malcriada que yo llevaré en mis secretos.

Doña de los labios gruesos, no sé, si siempre estarás aquí, te seguiré buscando en mis sueños iluminado por los rayos de luz de luna azul a orilla de los valles, por encima de mis horizontes, en mis amaneceres bellos y en los atardeceres crepusculares, en la casona de tus virtudes y en la rima entre mis labios junto a su imagen hermoseando el fondo de mis tímidos y cálidos paisajes, desde siempre, hasta no sé cuándo, para verte florecer antes de que todo florezca, mientras vayas pisando antes de dejar su huella. Caminando irás con el sol hasta la noche que lleva tu nombre, haciendo huir a las rosas que luego se devuelven a su entrega y allí te seguiré esperando para no ser más que un nudo bajo el filo de su hacha, acompañado de su recuerdo que siempre andará suelto.

Willian García Molina.

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