LA MONTAÑA ENCANTADA.
Capa de piedra, resguardando tu espalda, frondosa leña.
Oscura roca en la cual te esculpieron a fuego, viento y nieve…
Nunca dejas tu altura como un centinela.
Dedicas tu vida a la bienvenida del viajero.
Eres detención obligada de arrieros solitarios que a tus pies han descansado…
Entrada a innumerables, sueños y vivencias, con séquito de señores y caballeros. Carrozas inmortales, portales con gigantescas columnas mostrándonos el camino, con tus guardias preparados en todo momento. En la cima, gárgolas desafiantes, por si en algún momento deben extender sus alas y abalanzarse, defendiendo a sus habitantes araucanos, selknam, cortesanas todos bienvenidos a la entrada. Para llegar a la casa señorial hay que bajar en la noche y así llegar al amanecer antorcha en mano para anunciarse, Luna que grandiosidad, has mostrado nuevamente la entrada a aquel bello lugar.
Casa hecha, en la montaña de nieves eternas.
Administras la campiña que a tus pies te encuentras.
Soledad que alumbra al gentío llenando tus habitaciones.
Tranquilidad interminable de los habitantes que albergas.
Intrépidos pioneros tratando de conquistarte, mas no lo lograron por tus guardias de roca y hielo, así es que construyeron sus casas en tu faldeo.
Lobos solitarios que de tus montañas bajan, resguardando tus secretos en sus jornadas.
Los que aquí pertenecen te agradecen tu hospitalidad.
Ostentoso eres y humilde al mostrar tu versatilidad, nuestros ojos miran agradecidos lo que nos brindas día a día: “tu majestuosidad”…
René Julio Milla Auger.