Al despertar.
Hoy quiero ver tu sonrisa al despertar el nuevo día, como aquella tarde del beso primero que nos dimos en una caricia del alma.
Ver como brota desde el brillo de ese par de piezas concéntricas de ámbar y obsidiana, con destellos alegres de una vida pura, congruente con el amor sincero y la sencillez del ser en la armonía del universo.
Hoy quiero sentir, en este amanecer, una vez más, el corazón henchido por la ternura de tus palabras y la suavidad de tus caricias.
Han pasado ya treinta y dos años de aquella inicial declaración de amor. La sutil confidencia de un sólido sentimiento unificador desenvuelto entre los pliegues de una vida donde no cabe la rutina, y por lo tanto, cada mirada, cada palabra, cada beso o caricia, tienen un nuevo significado, una expresión especial, por eso mantienen la frescura de la novedad constante en un amor siempre presente, renovador, de ascensión mutua, siempre unidos.
Con la emoción de ese beso primero, nuestras manos se entrelazaron, han permanecido así estrechadas, complementándonos una al otro con el flujo de la energía corazón a corazón.
Hoy quiero gozar con tu sonrisa todo el día, como ha sido en el transcurso de los años, sin haber perdido jamás su juvenil lozanía.
Que no haya sombras ni fantasmas intentando cubrir tu sonrisa con su manto sombrío de angustia y tristeza, para ocultar la delicia reservada a quien la recibe.
Hoy al despertar, quiero darte un beso, un abrazo, en agradecimiento por el amor que me regalas sin descanso, minuto a minuto desde aquel instante maravilloso que decidió el inicio de una unión eterna, dándole sentido pleno a mi vida.
Phillip H. Brubeck G.