El relato de mi tristeza

El relato de mi tristeza.

Esta noche escribo mi tristeza, noche fría y de insomnio, por las cosas que veo y que vivo, por las cosas que me dicen que me equivoqué de la sociedad y del ambiente en el que convivo, aquí ni siquiera escucho a mi fiel amigo el perro cuando ladra, ni el búho que ulula al vigilarme y verme en la oscuridad desde las ramas, ni la rana cuando croa en el pantano muy cerca de esta cabaña solitaria. Aquí quizás nadie me encuentre, me asustan los relámpagos y los truenos, ni siquiera tengo una buena hoja para describir mi tristeza, es tan débil y transparente, siento el silencio de la noche caminando sobre la fresca hierba, me inspira el respirar puro y una fragancia verde; con este pesar quizás nunca amanezca, tal vez muy sonámbulo y desorientado en la madrugada escuche el cantar del gallo, el despertar de los árboles inspirados y de la naturaleza que me envuelve.

No sirvo para ver y sentir el sufrimiento de los seres humanos, el niño descalzo o con el pie quebrado, el abuelo de los zapatos rotos o ambos cuando comen de la basura en un montón contaminado, la inmoralidad de los seres humanos, el llanto de la madre, el dolor del hambriento, a quien tiene frio y no podemos abrigarlo, la soledad del soldado, por mis hermanos sucumbidos en el destierro, el pobre cuando a mi recurre y yo sin poder ayudarlo, el animal sufriendo del maltrato y por otros que viven en cautiverio, los heridos, los enfermos que sufren y no consiguen el remedio, los que padecen la palidez en sus rostros por sus temores espantosos, por el niño maltratado, también por la violencia de género, el preso inocente, el que vive en la miseria y la mengua, por el que contamina el agua que me da la vida y que bebo, por el que contamina el aire con el que respiro y a la naturaleza que me protege, por el que tala el árbol y al que a Dios no teme, por los látigos que nos hacen esclavos de los tiranos inclementes, por la discriminación, por las guerras y sus dirigentes, los que nos limitan con sus fronteras, los que abusan con sus poderes, por los que humillan, por ese dolor que de la soledad emerge y por los que a través de su sufrimiento se ilusionan con la pronta visita de la muerte. Son tantas las miserables cosas por las que escribo estas letras, hay muchas que no recuerdo y si llegaran a mi mente, no me alcanzaría la noche oscura y sus misterios para dejarlas escritas en esta hoja protagonista de mi pesadumbre imponente.

Seguro cuando me leas sentirás mi tristeza, mientras yo te saludo con el vuelo en las alas de mi pena, esta es mi tristeza, no me mata pero me quita las ganas de vivir una vida buena, más tarde me iré dando gracias al cielo por mostrarme un camino al sentir de la humildad, me voy de este lugar porque a mí no pertenece, ni de mí depende, le temo a las noches tristes por ser tan pesadas y negras, no quiero que de nuevo me envuelva con sus tinieblas y tenga que escribir otras expresiones melancólicas que por ahora no recuerdo y lágrimas brotarían de mis ojos como manantiales al pie de mi frente. Ya se termina la madrugada y viene la mañana trasnochada, tal vez me reciba el sol con su cara de candela, para disfrutar su resplandor o tal vez una lluvia fría para irme jugando con los charcos, topando la bendición de un nuevo día, donde cambie mi tristeza por una alegría dulce como aquella miel de la colmena.

Willian García Molina.
Del libro: “Crónicas bajo el sol de la medianoche”.

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