La crucifixión

LA CRUCIFIXIÓN.

La corona de espinas fue colocada en la cabeza de Jesús, con la intención de producirle dolor, como símbolo de un rey. La burla de los soldados era una sombra de mala intención, colocaron el manto de color púrpura sobre el cuerpo golpeado de Jesús, los soldados le daban bofetadas. La risa de estos soldados romanos se oía entre quienes presenciábamos aquella dramática escena.

En la carrera diecisiete reinauguraban un restaurante de comida vegetariana, llamada “Los primos”, cerquita de la plaza Lara, por las adyacencias del edificio Nacional. En el colegio Monseñor Aguedo Felipe Alvarado en la ciudad de los crepúsculos, Barquisimeto. Valentino Valpato desarrollaba una puesta en escena del monólogo de Pedro. Los estudiantes permanecían hipnotizados bajo los hechizos del arte teatral. Era una maravillosa presentación, la vi y la disfruté con los demás docentes de la institución.

La corona de espinas tenía gotas de sangre, gotas de sangre de Jesús, el sol inclemente se unía al dolor y al cansancio de nuestro amado Jesús, los fariseos y los escribas se divertían, gozaban porque habían logrado comprobar que Jesucristo no era hijo de Dios, hasta ese momento para ellos las circunstancias así lo demostraban.

Jesús Vargas, hermano de Ildemaro Vargas, el capitán del equipo campeón de beisbol venezolano, cardenales de Lara. Había llegado desde Caripito, estado Monagas. Había conquistado el corazón de una Barquisimetana, la hija de Dayana y Javier, la nieta de Manolo. Se llama Génesis.

Los soldados después de colocarle la corona de espinas a Jesús, nuestro Señor, le colocaron una caña en su mano derecha y se arrodillaba ante Él, se burlaban y decían: » Salve rey de los Judíos «…

La mayoría de los discípulos varones, bajo el manto de sus miedos, huyeron. Excepto Juan. Las mujeres presentes en la crucifixión mostraban su fidelidad y el amor incondicional hacia nuestro Señor Jesús. Ahí logré ver la presencia de María, madre de Jesús y también a María Magdalena.

Desde mi platillo volador observaba todo lo ocurrido. Podía viajar en el tiempo, el presidente Donald Trump había impuesto aranceles a quienes compraran petróleo a Venezuela.

Ante el último suspiro de Jesucristo en la cruz, se manifestó una reacción cósmica. Un drama jamás visto en el ambiente. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde una oscuridad se hizo presente en la región de Judea. En el cielo, las tapas de los techos crujían bajo el peso de las patas de los caballos que corrían con sus jinetes. Eran los espíritus de la luz, venían en sus potros blancos mientras que los malvados espíritus del pecado, de las tinieblas montaban sus oscuros corceles. Las espadas sonaban en aquella feroz batalla, era una lucha espiritual entre estos guerreros. Un gran terremoto sacudió la tierra, se partieron las rocas, en Jerusalén se abrieron las tumbas, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

Fue entonces cuando el centurión romano exclamó:

–Verdaderamente este era el hijo de Dios.

José Argenis Peña Salcedo.
Venezuela.

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