La primera lluvia

LA PRIMERA LLUVIA

La primera lluvia de la temporada cayó hoy.

El cielo estaba nublado, sin brillo, la atmósfera cargada como un gran pesar por la angustia de una prolongada sequía, las almas agrietadas como los agostaderos, impregnadas de escepticismo, incapaces de creer que el olor del aire fuera augurio de tiempos mejores.

Del suelo reseco, caliente, intempestivamente se levanta un remolino de espíritus rebeldes inconformes con el sistema, la tierra y la basura que levantan hacen cerrar los ojos, para no ver, para no sufrir daños. La tolvanera quiere llevarse todo lo que está en la superficie, la corrupción de la basura humana en la sociedad.

El olor de tierra mojada se intensifica, olor de esperanza, el aroma de la democracia anhelada nos hace suspirar aún más por su pronto arribo, tras su larga ausencia, una prolongada sequía de auténtica voluntad ciudadana.

Esporádicas empiezan a caer las primeras gotas, indecisas, temerosas de la desacreditación ante la opinión pública. Al tocar la superficie terregosa de inmediato penetran buscando filtrarse hasta las profundidades recónditas de la conciencia, pero aquellas que caen en el pavimento insensible, ardiente, se evaporan rápido. Su tamborileo se acelera, se multiplica, impregna la tierra sedienta. Se funden unas con otras sobre el concreto pasivo para formar hilos delgados que se trenzan; pequeños arroyuelos empiezan a correr en búsqueda de un cauce social.

Aquí y allá, delgados afluentes se van uniendo, engrosan hasta que el caudal anega la superficie y tras impregnarlos con su espíritu empieza a mover a los apáticos en el mismo sentido, para hacerlos llegar al lecho reseco, agrietado de la laguna social, y así derrotar la sequía tiránica.

La primera lluvia de la temporada ha impregnado el entorno, nos deja un olor de esperanza, los retoños brotan de los corazones antes resecos, vendrá una buena temporada de lluvias para volver a llenar con su dicha la laguna del bien común y saciar nuestra sed de armonía, paz, justicia.

Phillip H. Brubeck G.